Hubo una vez un ratón que tenía una elevada opinión de si mismo y siempre ansiaba la ocasión de hacer algo grande, que demostrase a la vez su extraordinaria inteligencia y su habilidad sin par.
Cierta noche, cuando ya se había recogido a dormir en un rincón de la “Kasga” [1], debajo del estante, se despertó sóbresaltado al oír un ruido extraño y, sin saber lo que hacia, dió un salto extraordinario. En cuanto estuvo nuevamente en el suelo, miró a su alrededor y por mucho que se esforzó no pudo ver cosa alguna; pero en cuanto se dirigió, despacio y con toda clase de precauciones, hacia la puerta, pudo ver que ardía un gran fuego.
-No hay duda de que voy a morir quemado ‑pensó el ratón‑. ¿Qué podría hacer para salvarme?
El fuego aumentaba en intensidad y brillantez a cada momento que pasaba, de modo que el ratón acabó por perder toda esperanza de salir por la puerta y salvarse, diciéndose que no sería capaz de atravesar aquellas llamas terríbles.
Sentóse, pues, sobre su cuarto trasero y después de atusarse los bigotes, empezó a pensar y a pensar en lo que podría hacer.
‑Bueno ‑se dijo al fin‑, si continúo aquí no hay duda de que moriré quemado, de modo que, perdido por perdido, valdrá más que intente salvarme. A ver qué pasa. Y si el fuego me quema, cuando trate de atravesar las llamas me resignaré a morir, teniendo, por lo menos, el consuelo de haber intentado todo lo posible para salvarme.
Tomada ya esta resolución, titubeó unos momentos, porque a pesar de todo no tenía ánimo para exponerse a tan gran peligro, hasta que, al fin, se decidió, pues era seguro que moriría si continuaba en el mismo lugar en que se hallaba y salió.
Pero, ¿cuál no sería su sorpresa al observar que no sentía la menor quemadura y ni siquiera un calor extraordinario?
En extremo asombrado y sin poder explicarse lo que sucedía, miró cuidado-samente a su alrededor y se inspeccioné todo el enerpo, pero no pudo encontrar un solo pelo chamuscado.
‑Ahora comprendo ‑se dijo‑, que realmente soy grande, porque el fuego no me hace nada.
Y persuadido de que ya no corría ningún peligro, echó a andar muy orgulloso, agitando el rabo y dándose la mayor importancia, Luego miró hacia atrás, en dirección hacia la "Kasga " y entonces se convenció de que, en realidad, no ardía ningún fuego.
Lo que él había tomado por un incendio, era, simplemente, el sol naciente que alumbraba con sus rayos la puerta.
Como se comprende, al hacer tal descubrimiento, el orgulloso ratón se sintió algo avergonzado y como estaba solo y nadie podía oírlo, murmuró:
‑iQué tonto soy! Pero, en fin, es preciso rehabilitarme a mis propios ojos. Además, convendría hacer algo para demostrar cuán grande de soy.
Permaneció largo rato mirando a su alrededor y después de reflexionar, se dijo:
‑Ya sé lo que haré. Voy a saltar por encima de esa alta montaña,
Echó a andar hacia ella y en cuanto hubo llegado al pie levantó la cabeza y le pareció que, en efecto, era muy alta.
‑Si salto ese obstáculo, me convenceré de que realmente soy grande ‑murmuró.
Echó a correr para tomar impulso y luego dio el salto mayor que le fué posible. Con extraordinaria ansiedad y gran sorpresa por su parte, porque realmente, aun él mismo dudaba de que fuese capaz de alcanzar aquel magnífico resultado, observó que, en efecto, lograba salvar el obstáculo, porque fué a parar al otro lado de aquella prominencia. Y al verse otra vez en el suelo, exclamó satisfecho:
‑No hay duda de que soy muy grande, porque he podido saltar a tanta altura.
Pero en cuanto miró hacia atrás, pudo convencerse de que el obstáculo no tenía ninguna elevación, pues sólo era un montocito de arena.
‑¡Desdichado de mí! -gimió el ratón‑ Estoy avergonzado. Pero, en fin, no tengo más remedio que realizar alguna hazaña. Por consiguiente, fuera miedo y atravesaré a nado ese enorme lago.
A cierta distancia había divisado una extensión de agua que tomó por un lago de grandes dimensiones. Y decidido a realizar aquella proeza, emprendió la marcha hacia allá.
Después de andar largo rato, llegó a la orilla y, al contemplar aquella superficie de agua, se asustó y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no renunciar a su intento.
‑Ese lago es enorme -pensó-. Y no sé si tendré fuerzas para atravesarlo. Pero, en fin, es preciso hacer algo grande. Quiero demostrar al Mundo quién soy. Y si consigo atravesar a nado esa inmensa extensión de agua, todos los animales comprenderán que soy un héroe.
Sin pensarlo más, se arrojó de cabeza al agua y después de la primera zambullida, agitando vigorosamente las patas y aun el rabo para sostenerse mejor, empezó a nadar vigorosamente. No se desanimó a pesar de que no lograba descubrir la orilla opuesta, cuando ya hacía bastante rato que estaba nadando. Pero, desde luego, no se interrumpió, porque, naturalmente de hacerlo, habría perdido la vida. Continuó , pues, nadando con toda su fuerza y cuando, al fin, llegó a divisar la orilla opuesta, estaba ya tan cansado, que sólo a costa de grandes esfuerzos, podía agitar las patas. Al mirar hacia atrás vió que a su rabo se habían agarrado numerosos peces y él, dando una fuerte sacudida, se libró de ellos. De este modo y no sin temer por su vida, consiguió salir a tierra
‑Ahora ‑pensó mientras se sacudía para librarse del agua de que estaba empapado su pelaje‑, no hay duda de que soy realmente grande, porque he cruzado ese enorme lago,
Sin alejarse mucho de la orilla, se tendió a descansar porque, verdadera-mente, no podía ya con su cuerpo. En cuanto hubieron transcurrido unas horas y le pasó el entumecimiento de todos sus miembros se puso nuevamente en pie, muy orgulloso de sí mismo por la gesta realizada, miró hacia atrás, en dirección a la inmensa extensión de agua que acababa de atravesar. Pero lo que al principio le pareció un enorme lago, no era en realidad más que la huella del pie de un hombre en un terreno fangoso, que había dejado una depresión llena de agua. A pesar de eso le costó muchas horas atravesarla y en cuanto a los peces que creyó ver en su rabo no eran más que unos diminutos insectos que nadaban en aquel charquito.
-¡Qué avergonzado estoy de mí mismo! -exclamó el pobre ratón al darse cuenta de su jactancia y del error que había cometido.
Pero, de todos modos, no renunció a la esperanza de demostrar cuán grande era, aunque empezaba a darse cuenta de que tal vez exageraba un poco sus cualidades.
A lo lejos y en el horizonte, vió algo muy alto y delgado.
‑Ahora voy a cortar ese poste que llega de la tierra al cielo ‑dijo.
Y sin titubear más emprendió el camino hacia allá. En cuanto hubo llegado al pie del poste, lo examinó por todos sus lados y luego levantó la mirada, mas a pesar de sus esfuerzos, no pudo divisar el extremo superior.
-No hay duda ‑pensó, de que ese poste sostiene el Cielo y de que éste se caerá si yo corto el madero. Y si se cae el Cielo sobre la Tierra, es seguro que morirá todo el mundo. Pero, en fin, aun exponiéndome a una muerte segura, voy a cortar el poste, porque estoy tan avergonzado de mí mismo que no se me ocurre ninguna otra hazaña de tanta consideración.
Decidido ya a sacrificar su vida en aras de su supuesta grandeza el ratón empezó a excavar un agujero en el suelo, con objeto de guarecerse en él en cuanto hubiese cortado el poste.
Después de un buen rato de trabajo, aquel abrigo quedó a su satisfacción y entonces salió al exterior, decidido a poner en planta su propósito.
Pero antes se le ocurrió la conveniencia de ensayar lo que habría de hacer para salvarse y, tras de situarse al lado del poste, echó a correr rápida-mente, con objeto de ocultarse en aquel cobijo. Convencióse de que tendría tiempo del salvarse y saliendo nuevamente, se dispuso a realizar su obra.
Empezó a roer con sus agudos dientes la base del poste. Trabajaba con la mavor obstinación y haciendo esfuerzos extraordinarios, de manera que, después de un buen rato, el poste quedó cortado y al ver que empezaba a inclinarse para caer, el ratón emprendió una rápida carrera hacia el agujero que había hecho. En cuanto estuvo a salvo, prestó atento oído esperando percibir el estruendo que haría el poste al derrumbarse sobre la Tierra.
‑No hay duda ‑se dijo el ratón‑, de que va a caer el Cielo, matando a todos los habitantes de la Tierra.
Pero como transcurrieran algunos minutos sin que se oyese ningún ruido, ello le extrañó sobremanera; además, quiso ver qué aspecto tendría el Cielo después de haber caído, de modo que, tomando grandes precauciones, se asomó a la entrada de su madriguera. Entonces, con el mayor asombro, observó que todo tenía el aspecto habitual. Levantó la cabeza para mirar adónde solía estar el Cielo y lo víó en el mismo sitio, azul y resplandeciente como de costumbre. Luego, al mirar hacia el suelo, en busca del poste, vió que este no era, en realidad más que un tallo de hierba.
-¡Qué avergonzado estoy! iPobre de mí! Nunca me consolaré de este ridículo fracaso. Y para curarme de mi vergüenza, voy a hacer algo realmente grande. Transportaré esa enorme montaña a través de la “tundra” [2].
Asi; pues, muy decidido se dirigió hacia la montaña,y después de varias horas de camino llegó a su base.
Ante todo, empezó a excavar con sus uñas díminutas, levantó luego un grano de arena y lo llevó a través de la “tundra". Durante muchísimos días a costa de grandes esfuerzos y fatigas, hizo innumerables veces aquel viaje, llevando en cada ocasión un grano de arena en la boca, hasta que, por último, logró de esta manera transportar toda la montaña.
‑Ahora ‑se dijo el ratón, que ya no era orgulloso‑ Sé positivamente que nadie puede ser grande si no está dispuesto a trabajar con firmeza y paciencia.
Así es como la montaña cambió de sitio en la "tundra" y el ratón vióse recompensado por su perseverancia.
036. Anónimo (esquimal)
[1] Vivienda esquimal
[2] Una de las llanuras ondulosas; o no, características de las regiones árticas de ambos hemisferios. Las tundras señalan el límite de la vegetación arborescente: su suelo es negro y fangoso, tiene una capa subterránea soempre helada, pero hay en ella un extraordinario desarrollo de musgos y líquenes, y algunos arbustos.
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