Que
el zorro la perseguía siempre a la perdiz por comeselá. Y andaba,
andaba las vueltas el zorro, como hace. Que le dice un día a la
perdiz:
-Venga,
comadre -que le dice- ¡cómo sabe silbá tan lindo usté!
-Mire
-que le dice, si no me persigue usté más, yo le voy enseñar como
va silbar.
-Bueno.
Entonce
lu agarró, buscó unos lazos que les llamamos tientos y le cosió
bien la boca, de los dos lados. Y le dejó un ahujerito chiquito. Y
ya empezó el zorro, shich... shich... shich... Ya quería silbá,
ya. Entonce la perdiz se voló por el camino más u menos que se iba
ir el zorro. Y se echó abajo di una pajita.
Venía
el zorro dele silbá. Cuando va echó la mano sobre la paja, se voló
la perdiz. Y si asustó el zorro. Pegó un gritazo. Se descosió la
boca hasta cerca de las orejas. Se bañó en sangre. Y desde entonce
el zorro quedó bocón y ya no persigue más la perdiz pa que le
enseñe a silbá, sinó pa cazala.
Julián
Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.
Excelente
narrador.
Cuento
695 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
No hay comentarios:
Publicar un comentario