El
zorro era curioso en todo.
-Decíme
-le dice a la perdiz, decíme pórque tus
hijitos son tan bonitos, tan overitos.
Entonce,
diz que la perdiz le ha contestado:
-Que
yo a mis hijitos los hago dorar en el horno. Por eso mis hijitos son
overitos. Una vez que los pongo en el horno bien caliente, doy vuelta
y digo: ¡Guagua pinto! ¡Guagua pinto!
Entonce
el zorro dijo qu'iba hacer lo mismo. Entonce agarró el zorro y ha
empezau a juntar leña y a calentar l'horno. Una vez que 'taba
caliente l'horno, los metió a los hijitos pa que se doraran. Y
seguía dando vueltas al horno como le dijo la perdiz y decía:
¡Guagua pinto! ¡Guagua pinto! Y en cambio de dorarse se 'taban
quemando en el horno. Y cuando abrió, todas las guaguas 'taban
carbón. Entonce el Juan se jue a buscar a la perdiz diciendo qu'era
una traicionera que li había hecho quemar los hijos y que la iba a
comer. Y entonce la perdiz le contestó a él que pa que la comiera
tenía que comerla bien guisada, que le tenía que poner bastante
ají, sal con ají. Entonce lo había dicho que lo echi ají y sal,
que lo condimente bien. Entonce el zorro lo empezó por todo el
cuerpo a echar ají y sal. Entonce, ya cuando el zorro lo 'taba por
comer, empezó la perdiz a golpear las alas y l'echó en los ojos al
zorro l'ají y la sal, lo dejó ciego, y se jue volando la perdiz.
José
Peñaloza, 44 años. Cieneguilla. Santa Catalina. Jujuy, 1954.
Colla
que no ha salido de su región. Ha concurrido a la escuela.
Comerciante. Buen narrador.
Cuento
720 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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