El
zorro, como ya sabemos, siempre es un animal astuto y de parte
envidioso. Un día encontró a la perdiz. Y le dice. Y no una vez que
la encontró, varias veces, le decía siempre:
-¡Cómo
hacés vos para tener hijos tan bonitos, pintaditos, chiquitos! ¡Tan
bonitos, tus hijitos! ¡Los míos son feos, amarillos!
Ya
la tenía cansada a la perdiz, tanto que le preguntaba:
-¡Cómo
hacés vos para tener hijos tan bonitos, pintaditos! Los míos son
feos, amarillos.
Le
contestó la perdiz:
-¿Sabés
lo qui hago? Yo prendo el horno, el horno di hacer pan. Pongo mucha
leña, que se caliente bien caliente. Y una vez que está bien
caliente, saco todas las brasas, así, así como para hacer pan.
Limpio bien el horno, bien limpio. Entonce, pierdo mis hijos en el
horno y doy vuelta rápido:
-¡Guagua
pinta! ¡Guagua
pinta! ¡Guagua
pinta!
Y
después los saco. Y mis hijitos salen bien bonitos, salpicaditos,
pintaditos. Pero el horno tiene que 'tar bien fuerte porque si
arrebata. Y cuando 'tá arrebatado, por eso
es lo que sale pintadito, quemadito. Y eso es lo que mis hijitos
tienen. Por eso son bonitos. Así tienes que hacer si quieres que tus
hijos sean igual a los míos.
-¡Ah!
Bueno -dice la zorra, contenta la zorra.
Entonce
fue, buscó mucha leña y prendió el horno. Cuando el horno 'taba
caliente, caliente, sacó las brasas, limpió bien y metió los
zorritos al horno. Y empezó a dar vuelta, ligero, corriendo:
-¡Guagua
pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
Pero,
¡qué pasó!, cuando abrió el horno los pobres zorritos estaban
quemados. Se puso a llorar, entonces, la zorra desesperada, y dijo:
-¡Perdiz
mala, maldita! Ahora sí que me voy a vengar. Mi has hecho matar mis
hijos, mis hijos, mis hijos.
Corrió
en busca de la perdiz. Anduvo mucho tiempo. Un día la encontró:
-¡Ahora
te encuentro! ¡Ahora te encuentro! ¡Perdiz mala! ¡Mala! ¡Vos mi
has hecho matar mis hijos!
-Vos
mi has dicho que ti indique cómo hacía yo para que mis hijos sean
así bonitos, pintaditos. Yo t'hi indicau. ¿Qué es lo que querés
ahora?
-Pero
vos no mi has indicau bien y mis hijos si han muerto, si han quemau.
-Miró,
zorra, vos no has dau vuelta rápido como yo t' hi dicho. Tenías que
dar vuelta rápido y sacarles rápido. La culpa la tenís vos. Vos
tenís la culpa.
-No,
perdiz, vos tenís la culpa. Ahora te voy a comer, te voy a comer.
-Mirá,
zorra, bueno, comeme. Pero antes vas hacer una cosa, si querés
comerme.
-Que
voy hacer, decime.
-Mirá,
no sías tonta, comeme si querés comerme, bien rica, bien rica, bien
sazonada. Echame sal, echame pimienta, echame todo condimento. Y
después comeme. 'Toy conforme que me comás.
-Bueno
-dijo la zorra.
Fue
en busca de la sal. Molió la sal, molió pimienta, molió ají.
Entonce le dijo:
Se
puso la perdiz con las alas abiertas y fechó toda la sal y el ají
molido.
-Ahora
ya 'tá, te como. Ahora te voy a comer rica.
-No,
no 'toy rica -le dice la perdiz; también era pícara-. Ante de que
me comás, me voy a mover un poquito, así me sazono mejor.
-Bueno
-dijo la zorra.
Y
se movió la perdiz. ¡Paf! Le tiró toda la sal, el ají, todo en
los ojos de la pobre zorra. Y salió volando... Y hasta que la pobre
zorra 'taba queriendo limpiarse los ojos, la perdiz ya 'taba libre.
-¡Perdiz
mala, pero algún día te voy a encontrar! ¡Perdiz mala, te voy a
comer! -dice la zorra.
Se
fue murmurando de todo la pobre zorra y pasó otra vez mucho tiempo.
Llegó a una laguna la zorra. A una laguna bajo unas peñas altas. Y
claro, 'taba arriba sentada la perdiz y la sombra reflejada en el
agua. Y claro, la zorra, tonta también, miró la perdiz reflejada en
el agua, y ella creyó que 'taba ahí. Y ella empezó a gritar:
-Perdiz
bandida, perdiz mala, ahora sí que te como. ¿Crees que porque te
has entrado al agua no te voy a comer? ¡Te voy a comer! ¡Te voy a
comer!
-Comeme.
Primero tienes que tomar toda l'agua si querís comerme -le dice la
perdiz.
Estaba
contenta porque la pobre zorra si había equivocado. Ella 'taba en la
peña y la zorra la vía en el agua. Y la zorra dijo:
-¡Te
voy a comer!
Empezó
a beber el agua la zorra. A beber, a beber. Cuando ya 'taba hinchada
la pobre zorra, ¡qué iba a terminar toda una laguna, no iba a
terminar!, y ya sintiéndose mal, empezó a caminar la zorra, porque
ya no se sentía nada bien. Y todavía para colmo el camino era feo,
que tenía que recorrer para llegar a la cueva. Había muchas tolas,
muchas espinas, y como ella era zorra, y como todos los zorros
hablaban en quichua, según la leyenda, empezaba a decir:
-¡Ay!,
ichu, ichu. ¡Ay!, tola, tola. ¡Ay!, ichu, ichu. ¡Ay!, tola, tola.
¡No me toqués! ¡No me toqués!
Y
en una de esas, la pobre zorra, que 'taba tan hinchada, se clavó con
una espina y reventó, y se murió, y se salvó la perdiz.
Santusa
Osedo, 42 años. Rinconada. Jujuy, 1968.
La
narradora es originaria de este lugar lejano de la Puna en donde es
maestra de escuela. Es de familia indígena. No habla quichua.
Cuento
713 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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