Ésta
era una cabrita que tenía tres hijitos, y el más chico era
renguito. La cabrita tenía que salir todos los días a buscarse la
vida, y dejando a los cabritos encerrados, les ordenaba que no
salieran del cuarto hasta que ella no volviera. Y cuando llegaba para
que la conocieran, ella les decía:
Hijitos,
yo soy tu mamita,
traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Y
así salían los hijitos.
Cuando
un día sale la cabrita al campo, y viene un gigante a donde estaban
los cabritos, que los quería comer, y para que salieran les dice,
imitando la voz de la madre:
Hijitos,
yo soy tu mamita,
traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Entonces
les dice el renguito a los otros cabritos:
-No
abran la puerta, ésa no es mi mamita.
Y
los otros le decían que sí, que era.
Entonces
les dice el renguito:
-Yo
me voy a esconder debajo de este almú241,
y ustedes si quieren abran la puerta.
El
renguito se escondió en el almú y los otros abrieron la puerta.
Cuando apenas abrieron la puerta, el gigante se los comió. Entonces
el gigante se encerró, esperando que viniera la cabrita. Luego viene
la cabrita y dice:
Hijitos,
yo soy tu mamita.
Traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Entonces
el gigante le contesta:
-Yo
soy gigante de los gigantales, si salgo te he de comer.
Se
devuelve la cabrita, llorando, al campo. Por ahí, en lo que iba
llorando, encuentra un carnero.
El
carnero le pregunta:
-¿Por
qué llorás, cabrita?
-¡Cómo
no voy a llorar, si el gigante se ha comido mis hijitos!
-No
te aflijás -le dice el carnero, yo lo voy a matar.
Y
se devolvieron. Cuando llegaron a la casa, la cabrita dice en la
puerta:
Hijitos,
yo soy tu mamita.
Traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Y
el gigante contesta:
-Yo
soy gigante de los gigantales, si salgo te voy a comer.
Y
el carnero le dice:
-Yo
soy carnero de los carnerales, si entro te voy a matar.
Entonces
abre la puerta el gigante, y empezaron a pelear. Pelearon y pelearon
hasta que el gigante se lo comió al carnero.
Se
va la cabrita, de nuevo llorando, al campo. Por ahí encuentra un
chivato. Y el chivato, lo que la ve llorando, le dice:
-¡Cómo
no voy a llorar, si el gigante me ha comido mis hijitos!
-No
te aflijás, yo lo voy a matar.
Y
se devuelven otra vez, y ya cuando llegan, la cabrita dice:
Hijitos,
yo soy tu mamita.
Traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Y
el gigante dice de adentro:
-Yo
soy gigante de los gigantales; si salgo te he de comer.
Y
el chivato le contesta:
-Yo
soy chivato de los chivatales, si entro te voy a matar.
Abre
la puerta el gigante y empiezan a pelear. Pelean y pelean, y al fin
el gigante se come al chivato.
Se
va la cabrita muy triste, llorando, al campo, de nuevo. Por ahí
encuentra una hormiguita, y la hormiguita le pregunta:
-¿Por
qué llorás, cabrita?
-¡Cómo
no voy a llorar, si el gigante se ha comido mis hijitos, mi tío y mi
tata!
-No
llorís, yo lo voy a matar.
-¿Cómo
lo vas a matar, vos, tan chiquita?
-Ya
verís, yo lo voy a matar.
Se
devolvieron.
Ya
cuando llegaron, dice la cabrita:
Hijitos,
yo soy tu mamita.
Traigo
leche en las tetitas,
agua
en las cornetas,
y
leña en las costillas
para
encender la candelita.
Y
el gigante le contesta:
Entonces
la hormiguita le dice:
-Yo
soy hormiga de los hormigales, si entro te mataré.
La
hormiguita se entra con mucho cuidado por la rendija de la puerta, se
le sube despacito por la pierna del gigante, y se le prendió con un
picotazo en el ocote. El gigante, que andaba descuidado, dio un gran
salto, se dio un golpe y pegó con una piedra en la cabeza. Y ahí se
murió. Entonces aprovecharon para buscar un cuchillo. Lo abrieron al
gigante, y sacaron a los dos cabritos vivos, al carnero y al chivato,
cuando en eso los habla el renguito que lo saquen de abajo del almú.
Y cuando lo sacaron, les dice a sus hermanitos:
-¿Han
visto? ¿No les decía yo que no era mi mamita, y ustedes no me
llevaban el apunte?
Y
entonces la madre les dice:
-Eso
les pasa para que siempre sean obedientes y hagan lo que la madre les
enseña.
La
cabrita le agradeció mucho a la hormiguita, le dio un granito de
trigo, y la hormiguita se fue muy contenta.
María
Elena de Núñez, 27 años.
Chucuma.
San Agustín. Valle Fértil. San Juan, 1945.
La
narradora aprendió el cuento de la madre, Rosa V. de Costa, de 69
años, que sabe muchos otros.
El
cuento tradicional de
La cabra y los cabritos ha
asimilado motivos del cuento de
La viejita y la hormiguita.
Cuento
749 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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