Dici
qui una vez el zorro li había encontrao a la perdiza qui era su
comagre, qui 'staba pasiando con sus guaguas en el campo y que li
había preguntao:
-¡Ay!,
comagre, ¿cómo hacís pa tener tus guagüitas overitos, tan
bonitos?
Entonces
la perdiza li había dicho:
-Eso
es fácil, compagrito. Cuando son chiquitos se los mete al horno
caldiau y hay que dar güeltas gritando:
-¡Guagua
pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
Después
se abre el horno y ya 'stán overitos.
Entonces
el zorro se había ido a su casa. Había caldiau bien el horno y
había metío sus zorritos al horno. Lo había cerrau bien, amigo, y
si había puesto a gritar:
-¡Guagua!
¡Guagua pinta! -a la güelta el horno- ¡Guagua pinta! ¡Guagua
pinta! -pensando que cuanto más griti, más overitos iban a salir
los zorritos.
Al
rato abrió la puerta 'el horno pa sacar sus guaguas y 'staban negro
no más, limpiu quemaos.
-Aura
me le va pagar -había dicho el zorro y se jue a buscar a la comagri,
y ya no lo encontró, ¡di ande!
Evaristo
Quispe, 29 años. Santa Ana. Valle
Grande. Jujuy, 1948.
Pastor
colla, analfabeto. No habla quichua, pero su expresión es la de los
puneños muy rústicos.
Cuento
718 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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