Andaba
andando el zorro, muerto de hambre y sin poder encontrar qué comer.
En eso que iba encontró una yegua con un potrillito recién nacido.
-Éste
no se me escapa -dijo el zorro. Buscaré un pretexto para alejar la
madre y dejarlo al potrillo solo.
Entonce
le dijo a la yegua:
-Vengo,
señora, de donde está su esposo y me encargó que le diga que vaya
para hablar con usté en seguida, por un asunto muy urgente, y que yo
me quede a cuidar el nene.
Pero
la yegua le malició que era mentira y le dijo:
-Vea
don Zorro, no voy a poder ir porque me he clavado una espina y no
puedo caminar.
Entonces
el zorro se ofreció para sacarle la espina, a fin de que se juera
para comerse el potrillo, y le dijo:
-Yo
le voy a sacar, señora, la espina. Digamé donde la tiene.
La
yegua le dijo que la tenía en la pata. El zorro jue, miró, y cuando
estuvo acomodado para sacarle la espina, le dio la yegua una tremenda
patada, y le rompió la cabeza. Y en eso quedó por mal intencionado.
Cleobulino
Ojeda, 37 años. Los Tapiales. El Trapiche. Pringles. San Luis, 1948.
El
narrador es peón caminero. Ha cursado todos los grados de la escuela
primaria.
Cuento
660. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo
(argentina) - 048
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