Guagua
pinta
El
zorro siempre anda al acecho de la perdiz, buscando la forma de
cualquier manera poderla atrapar. Y esta vez resuelve hacerse el
bueno. Y andaba agazapado, buscandolá. Y en una de ésas la perdiz
lo vio. Y le preguntó:
-¿Qué
hace compadre?
-Y...
aquí ando, comadre, la andaba buscando a usté -dice. Quero hacerle
una pregunta. ¿Cómo usté tiene sus guagüitas tan bonitas, su
boquita tan chiquita, cómo pueden silbar tan lindo? En cambio los
míos son bocachos, la boca de oreja a oreja tienen. Son horribles.
La cola parece escoba de pichana. Nadie los quiere -dice- como no me
quieren a mí. Yo quisiera que usté me diga cómo hace usté para
que sean tan lindos.
-Y...
bueno, compadre -dice, yo le voy a dar la
receta como hago yo para que mis guagüitas sean así lindas. No sé
si a ustedes les convendrá hacerla o no. Pero para que vea que yo no
soy mezquina, yo le voy a decir.
-¿Cuántos
chicos tiene usté, compadre?
-Cinco.
-¡Ah!,
bueno -dice. Tiene que escuchar bien porque
según cuántos sean usté tiene que dar las vueltas.
-Cómo
no, comadre.
Entonce
le dice:
-Usté
tiene que calentar bien el horno. Así como lo calienta cuando va a
comer un corderito, un chivito, o para amasar. En la misma forma
-dice.
-Cómo
no, comadre -dice.
Entonce,
se va el zorro y junta bastante leña. Cuando ya tiene bastante leña,
prende el horno y lo deja calentar. Y echa en la puerta un poco de
afrecho. Como ve que el afrecho se dora en seguida, el zorro dice:
-Bueno,
ya está el horno listo.
Lo
barre bien con la escoba de pichana y los pone a los zorritos bien
juntitos a todos ahí. Tapa la puerta del horno y empieza a saltar en
una pata como le dijo la perdiz, gritando alrededor, cinco vueltas
para un lado y cinco vueltas para el otro:
-¡Guagua
pinta!... ¡Guagua pinta!... ¡Guagua pinta!...
Cuando
ya empezó a sonar y a haber olor a pelo quemado y asado, el zorro ya
se puso contento. Dice:
-Ya
van estar. Bueno, los voy a dejar ahí hasta que se enfríe el horno.
Y
se fue. Cuando volvió, ya el horno estaba frío. Lo abre, y se da
con que los zorritos 'tán asados, todos muertos. Y sale a la carrera
a buscarla a la perdiz otra vez para vengarse.
Pasa
mucho tiempo. Y no la podía encontrar. Hasta que un día la encontró
bien a boca de jarro, y le saltó encima. La perdiz, asustada, le
dice:
-¿Qué
le pasa compadre? ¿Qué me está por hacer?
-¡Ah!,
comadre, dice, yo me voy a vengar de todas las que usté me ha hecho.
Mire lo que me ha hecho con mis guagüitas. Todas se me han muerto,
causa de que las hi metíu en el horno.
-Bueno,
compadre, usté no había calentau bien el horno, no mi había
comprendíu bien a mí.
-¡Ah!,
no, no, no... -dice. Yo hi hecho todo lo
que usté mi ha dicho y a mí mi ha ido tan mal, así que yo me voy a
vengar di usté. Yo la voy a matar.
-Bueno,
compadre -le dice la perdiz, ya que usté está resuelto a matarme no
más, matemé. Pero, una sola cosa le voy a pedir: Que usté, dice,
si me quiere matar, mi atonte bien primero, con condimento.
-¿Qué
condimento? -le dice el zorro.
-Bastante
ají y pimienta -le dice. Así que usté traiga ají y pimienta. Yo
lo voy a esperar aquí, quietita. Busque lo que yo le digo y entonces
sí me va a matar.
Bueno...
Se
fue el zorro. Buscó bastante ají, bastante, bastante pimienta. Hizo
un montón. Y le dice:
-Ahora
qué hago con esto.
-Ahora
-dice, usté dejeló ahí, en el suelito, y
agarremé del cogote, pero despacio no más, no me apriete mucho. Y
ponga mi cabeza bien en el condimento. Cuando ya esté medio
atontada, matemé no más, qué vamos hacer.
Bueno,
así hizo el zorro, la trajo despacito del cuello y le puso la cabeza
en el condimento. Y la perdiz pegó una aletiada bárbara y un
silbido, y lo dejó al zorro ciego con el condimento, pues. El ají y
la pimienta lo dejaron mal al zorro.
Delia
Corvacho de Saravia, 46 años. Humahuaca. Jujuy, 1970.
La
narradora oyó este cuento a la abuela, Rosa Centeno de Uro, en
Humahuaca. Uro es apellido indígena. La narradora es maestra de
escuela.
Cuento
724 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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