Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 20 de enero de 2015

El zorro y la perdiz .709

Diz que un día el zorro venía bajando una falda, abajo de un cerro, y lo siente silbar a la perdiz. Y se le venía acercando de ver que silbaba tan lindo la perdiz. Y va, lo encuentra a la perdiz y lo saluda:
-Buen día, comagre -era compagre de la perdiz.
-Buen día, compagre.
-¿Qué tal? ¿Cómo le va?
-¡Caramba! -dice, dígame, comagre, ¿cómo hace usté para silbar tan lindo? ¡Cómo me gusta!
-Ah, sí, yo siempre silbo. ¿Y usté sabe pórque silbo yo? -dice. Claro, yo silbo porque yo tengo la boca chiquita, y claro, usté no puede silbá porque tiene la boca muy grande -dice. Lo que va hacer usté pa que pueda silbar -dice, yo le vuá dar un consejo, pero haga como yo le diga. Vayasé al zapatero y hagasé coser la boca, así va a poder silbar.
-'Tá bien, comagre, muchas gracias, pero ¿adónde habrá zapa-tero?
-Vea, acá cerca no más hay zapatero. Bueno -dice, mire, vayasé por acá, no tan lejo, vayasé por este caminito. Este caminito va derecho a la casa del zapatero.
Bueno, áhi no más se va al zapatero. Llega ande el zapatero, y si hace cosé la boca. Y la perdiz se le va pu atrás pa esperarlo a la vuelta. Y así, al rato, ya se hizo coser, y se venía silbando. Ya silbaba un poquito.
Y la perdiz se le escuende en un pajonalcito. Y él venía silbando, porfiando a silbar. Y ya venía llegando ande 'taba la comagre. Y ya venía cruzando ande 'taba ella, y se levanta la perdiz, y cuando se levanta silba y hace ruido y lo asusta al zorro, y lo toma de sorpresa. Y el zorro hace ademán de cazala, y abre la boca y se le ruempe más grande la boca al zorro, todavía. Y, ¡caramba!, queda enojau, el zorro, y dice:
-Nu hay más caso, ésta es una burla que mi hace. Ahora lo voy a buscar hasta encontralo y me lo como.
Y se fue el zorro. Por áhi, en lo que andaba, al tiempo, lo encuentra con muchos pollitos. Y se queda almirau él. Lo saluda:
-Buen día, comagre.
Y se olvida que tenía que comelo. Y diz que le dice:
-Comagre, ¿cónque los pinta usté a sus hijitos tan bonitos?
-¡Oh! -dice, es la cosa más fácil, compagre, pintalo a los hijitos. ¿Usté nunca ha hecho la prueba de pintá los zorritos?
-No, yo nunca hi hecho eso -dice el zorro.
-Mire -dice, cuando usté tenga hijos, primero hagasé un horno y junte mucha leña, y tengaló cargau al horno. Y así, cuando la comagre tenga los hijos, que 'sté listo el horno para pintálo.
Y bueno, y así había hecho el zorro. Un día había llegau el tiempo que la zorra 'taba por tener hijitos, y ya tenía él listo el horno pa prendele juego.
Y le dice la perdiz:
-Cuando tenga los hijos prenda el horno. Cuando termine de ardé, que 'sté colorau, tireló a los hijos a todos y cierre, dé güeltas alrededor del horno y diga:
-¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
Y claro, así lo hizo. Y lo gritaba dando güelta, el zorro. Y ya dice que reventaban los hijitos. Y áhi que daba güelta el zorro, y ya no daba más.
-Qué vuá dar güelta, ya no puedo más -que dice el zorro, ya han de 'star pintaus.
Y había descansau un rato. Descansó un rato y se va a verlos.
-Ya han de 'star pintaus -que dice.
Abre el horno y no había más de ceniza.
-¡Ah!, ¡este consejo que mi ha dau mi comagre! ¡Ah!, ya no lo perdono más. Ande lo encuentre me lo como.
Se largó a buscarlo otra vez. Entre de varios días lo encontró tomando sol, una mañana.
-Qué tal, cómo anda compagre -dice la perdiz.
-Así, mal, comagre, por todos los consejos que mi ha dau.
-¿Por qué, compagre?
-Sí, porque m'hizo quemar los hijos.
-Seguro qui usté ha de haber descansau.
-Y que no podía más.
-¡Ah!, güeno, nu hay que descansar.
-Güeno, comagre, no lo perdono más, ni le creo más. Me lo voy a tener que comé no más.
-Güeno, compagre, así será. Qué vamos hacer, pero le voy a avisar que mi carne es muy amarga. Usté no me va a poder comer. ¿Sabe compagre lo que va hacer pa que me coma? Va a tener que buscar ají bien picante y sal. Y así pa que me ponga en el cuerpo y más en las alas, porque por áhi soy más amarga. Vaya busque el gusto -dice.
Y se va el zorro a buscar ají y sal. Y ella lu espera áhi. Y trajo el zorro la sal y el ají.
-Güeno, compagre, vea, pongamé más por las alas.
Y así hizo el zorro. L'echó sal y ají y lo cargó más por las alas, y le puso por todo el cuerpo.
-Güeno -dice la perdiz, ahora ¿sabe lo que va hacer para agarrame? Tiene que abrir los ojos, grande y yo me voy a dejar comer no más.
Y agarra el zorro y abre los ojos grandes, y en eso que abre los ojos el zorro, la perdiz se sacude y vuela y le llena los ojos di ají y sal. Y áhi lo deja ciego al zorro.
Que el pobre zorro se revolcaba en el suelo con el ardor del ají y de la sal en los ojos y la perdiz se pudo salvar. Y áhi termina.

Eusebio Maita, 46 años. Salta, Capital, 1952.

Hombre de pueblo. Gran narrador.

Cuento 709 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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