Diz
que un día el zorro venía bajando una falda, abajo de un cerro, y
lo siente silbar a la perdiz. Y se le venía acercando de ver que
silbaba tan lindo la perdiz. Y va, lo encuentra a la perdiz y lo
saluda:
-Buen
día, comagre -era compagre de la perdiz.
-Buen
día, compagre.
-¿Qué
tal? ¿Cómo le va?
-¡Caramba!
-dice, dígame, comagre, ¿cómo hace usté
para silbar tan lindo? ¡Cómo me gusta!
-Ah,
sí, yo siempre silbo. ¿Y usté sabe pórque silbo yo? -dice. Claro,
yo silbo porque yo tengo la boca chiquita, y claro, usté no puede
silbá porque tiene la boca muy grande -dice. Lo que va hacer usté
pa que pueda silbar -dice, yo le vuá dar un consejo, pero haga como
yo le diga. Vayasé al zapatero y hagasé coser la boca, así va a
poder silbar.
-'Tá
bien, comagre, muchas gracias, pero ¿adónde habrá zapa-tero?
-Vea,
acá cerca no más hay zapatero. Bueno -dice, mire, vayasé por acá,
no tan lejo, vayasé por este caminito. Este caminito va derecho a la
casa del zapatero.
Bueno,
áhi no más se va al zapatero. Llega ande el zapatero, y si hace
cosé la boca. Y la perdiz se le va pu atrás pa esperarlo a la
vuelta. Y así, al rato, ya se hizo coser, y se venía silbando. Ya
silbaba un poquito.
Y
la perdiz se le escuende en un pajonalcito. Y él venía silbando,
porfiando a silbar. Y ya venía llegando ande 'taba la comagre. Y ya
venía cruzando ande 'taba ella, y se levanta la perdiz, y cuando se
levanta silba y hace ruido y lo asusta al zorro, y lo toma de
sorpresa. Y el zorro hace ademán de cazala, y abre la boca y se le
ruempe más grande la boca al zorro, todavía. Y, ¡caramba!, queda
enojau, el zorro, y dice:
-Nu
hay más caso, ésta es una burla que mi hace. Ahora lo voy a buscar
hasta encontralo y me lo como.
Y
se fue el zorro. Por áhi, en lo que andaba, al tiempo, lo encuentra
con muchos pollitos. Y se queda almirau él. Lo saluda:
-Buen
día, comagre.
Y
se olvida que tenía que comelo. Y diz que le dice:
-¡Oh!
-dice, es la cosa más fácil, compagre,
pintalo a los hijitos. ¿Usté nunca ha hecho la prueba de pintá los
zorritos?
-No,
yo nunca hi hecho eso -dice el zorro.
-Mire
-dice, cuando usté tenga hijos, primero
hagasé un horno y junte mucha leña, y tengaló cargau al horno. Y
así, cuando la comagre tenga los hijos, que 'sté listo el horno
para pintálo.
Y
bueno, y así había hecho el zorro. Un día había llegau el tiempo
que la zorra 'taba por tener hijitos, y ya tenía él listo el horno
pa prendele juego.
Y
le dice la perdiz:
-Cuando
tenga los hijos prenda el horno. Cuando termine de ardé, que 'sté
colorau, tireló a los hijos a todos y cierre, dé güeltas alrededor
del horno y diga:
-¡Guagua
pinta! ¡Guagua pinta! ¡Guagua pinta!
Y
claro, así lo hizo. Y lo gritaba dando güelta, el zorro. Y ya dice
que reventaban los hijitos. Y áhi que daba güelta el zorro, y ya no
daba más.
-Qué
vuá dar güelta, ya no puedo más -que dice el zorro, ya han de
'star pintaus.
Y
había descansau un rato. Descansó un rato y se va a verlos.
-Ya
han de 'star pintaus -que dice.
Abre
el horno y no había más de ceniza.
-¡Ah!,
¡este consejo que mi ha dau mi comagre! ¡Ah!, ya no lo perdono más.
Ande lo encuentre me lo como.
Se
largó a buscarlo otra vez. Entre de varios días lo encontró
tomando sol, una mañana.
-Qué
tal, cómo anda compagre -dice la perdiz.
-Así,
mal, comagre, por todos los consejos que mi ha dau.
-Sí,
porque m'hizo quemar los hijos.
-Seguro
qui usté ha de haber descansau.
-Y
que no podía más.
-¡Ah!,
güeno, nu hay que descansar.
-Güeno,
comagre, no lo perdono más, ni le creo más. Me lo voy a tener que
comé no más.
-Güeno,
compagre, así será. Qué vamos hacer, pero le voy a avisar que mi
carne es muy amarga. Usté no me va a poder comer. ¿Sabe compagre lo
que va hacer pa que me coma? Va a tener que buscar ají bien picante
y sal. Y así pa que me ponga en el cuerpo y más en las alas, porque
por áhi soy más amarga. Vaya busque el gusto -dice.
Y
se va el zorro a buscar ají y sal. Y ella lu espera áhi. Y trajo el
zorro la sal y el ají.
-Güeno,
compagre, vea, pongamé más por las alas.
Y
así hizo el zorro. L'echó sal y ají y lo cargó más por las alas,
y le puso por todo el cuerpo.
-Güeno
-dice la perdiz, ahora ¿sabe lo que va
hacer para agarrame? Tiene que abrir los ojos, grande y yo me voy a
dejar comer no más.
Y
agarra el zorro y abre los ojos grandes, y en eso que abre los ojos
el zorro, la perdiz se sacude y vuela y le llena los ojos di ají y
sal. Y áhi lo deja ciego al zorro.
Que
el pobre zorro se revolcaba en el suelo con el ardor del ají y de la
sal en los ojos y la perdiz se pudo salvar. Y áhi termina.
Eusebio
Maita, 46 años. Salta, Capital, 1952.
Hombre
de pueblo. Gran narrador.
Cuento
709 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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