La
chuña 'taba en el río, en la playa del río, bañandosé,
echandosé agilita en la espalda. Y si arrima el zorro y la saluda.
Y le dice:
-¡Hola,
canilluda! ¿Cómo te va?
-¡Oh!,
tío Juan Gallina, ¿cómo andas vos?
Porque
siempre a tío Juan le han gustado, es muy aficionado a las gallinas,
que es uno de los platos favoritos de él.
-Aquí
'toy -le dice la chuña, me estoy bañando.
-¡Ah!
-le dice, pero no te arrimes mucho para el
hondo que te vas ahogar.
-No
-le dice, yo sé nadar.
-No,
¡qué vas a saber! -le contesta.
-Sí,
yo soy una gran nadadora.
-No,
pero como yo no has de ser.
Y
empieza la discusión. Entonce le dice:
-Yo
te voy hacer una apuesta. Vamos a jugar lo que vos quieras -le dice
el zorro- quién aguanta más zambullendosé.
-Bueno
-dice, ¡meta!
Bueno,
desensillan. Sacan los estribos, que eran de plata, los frenos, el
rebenque, y ponen encima los ponchos, los dos ponchos. Jugaban eso y
todo lo demás.
-El
que dura más, ése es el queda.
Muy
bien.
-Vamos
a contar hasta tres -dice Juan. Yo voy a contar -dice Juan siempre
pensando sacar ventaja.
-Pero,
a ésta, en la primera zambullida no más la despacho. Una, dos y
tres...
La
chuña, que no era nada tonta, dejó pasar un tiempo, salió del
agua, se arrancó una pluma de la cola, y la enterró en la arena, de
manera tal que parecía que 'taba zambullendo.
-Bueno,
a ésta le he ganau, pero de todas maneras voy a sacar despacito la
cabeza y el hocico y voy a mirá a ver si sigue zambullendo y le voy
hacer otra zambullida.
Muy
bien. Saca, despacito la cabeza y alcanza a ver la pluma.
-¡Eh...
qué aguante, ésta! -dice y se vuelve a zambullir.
Está
un buen rato debajo del agua. Los pulmoncitos se le hinchaban. Vuelve
a sacar, despacito la cabeza. La ve de nuevo.
-¡Hum!
-dice, ¡qué barbaridá! ¡Pero ésta nu
había teníu destino! -dice.
Vuelve
a zambullir. Y está un buen rato nuevamente y empieza a pensar,
dice:
-¿No
si habrá ahugau esta pobre? ¿No será que por ganarme le ha pasau
un accidente? ¿Y qué voy hacer? ¿Voy a cargar yo con semejante
cargo de conciencia?
Muy
bien. Saca con cuidau otra vez el hocico y la ve enterrada. Entonces
dice:
Sale
del agua, se arrima. Abre las manitos para abrazar a la chuña
guiandosé por la pluma que estaba enterrada en la arena y se
encuentra, cuál sorpresa, con una plumita.
-¡Ay,
lo que me ha hecho esta trompeta! ¡Esta bandida, tramposa! La voy a
matar. Donde la encuentre la voy a degollar. Pero ¡qué cosa
bárbara! Increíble lo que me ha hecho. Voy a casa a buscar un
cuchillo.
Va
a la casa a buscar un cuchillo grande que tenía. Y lu hace así, lo
chaira. Y lo ve que estaba un poco, no muy afilado, porque el zorro
quería un cuchillo que esté cortando un pelo al aire para
degollarla de entrada no más a la chuña. Y sale.
Empieza
a caminar, a rastriarla, Juan, a la chuña, porque la chuña iba a
gata con semejante carga. La chuña levantó los dos ponchos con
todas las cosas que habían puesto y se mandó a mudar.
Llega
a la casa de la iguana. Y le dice:
-¡Hola,
caraipuca!, ¿no me la has visto pasar a la chuña?
-Sí
-dice, esta mañana pasó, tío Juan. Iba
contenta -dice. Iba llevando un montón de cosas que le ha ganado en
apuesta a usté.
-Qué
me va ganar a mí. Es una tramposa, una bandida. No sabe la que me ha
hecho. ¿No tiene una piedrita pa que afile mi cuchillo?
Y
va, afila: chas... chas... chas... chas... chas... chas... chas... Y
lo probaba. Sacaba un pelito, cortaba una ramita...
-¡Ah,
ya lo voy alcanzar!
Sigue
viaje. Camina otro trecho y lo encuentra al llegar a la casa, al
peludo:
-¡Hola,
peludo -le dice- carachento!
-Sí,
tío Juan. Esta mañana sol alto ha pasau. Ya iba contenta. Dice que
le ha ganau una apuesta a usté.
-Pero,
¡qué me va ganar! Me ha hecho trampa. ¡Esta bandida! Donde la
encuentre la voy a degollar, la voy a matar. ¿No tiene una piedrita
pa que afile mi cuchillo?
-Sí,
tío Juan, tengo aquí un molejoncito bueno.
-Prestamelá.
Y meta probar. Chas... chas... chas... chas... A medida que iba
afilando el cuchillo se le iba achicando. Sigue andando un trecho. Y
llega a la casa de la lechuza.
-¡Ah!
-dice, la chuña ha pasau hace un rato por
acá. Contenta, iba llevando un atau muy grande. Agata iba, cansada,
po. Y me ha contau que le ha ganau una apuesta, en una zambullida.
-Pero,
también donde la encuentre la voy a degollar. Pero, mirá, las
tripas le voy a dejar al aire, ¿no tienes una piedrita pa que afile
un cuchillo?
Chas...
Chas... Chas... Chas... Y sigue la afilada. Y cada vez el cuchillito
más chico. Llega a la casa de la garza mora.
-Decime,
no me interrumpas. Voy muy apurau, voy viendo los rastros éstos. ¿No
me la has visto pasar por acá a la chuña?
-¡Eh,
no sabes lo que me ha hecho a mí! ¡Ah, es una bandida! Pero ya, ya
le voy a alcanzar -dice. Mirá lo que llevo aquí.
Y
era un cuchillito moto. Era cabo no más y un pedacito. Le dice:
Y
sigue no más. Sigue, como la chuña iba muy pesada, la alcanza a
ver. Y la chuña, que no es nada tonta, había escondíu el atau en
una cueva de vizcacha.
-Sí
-le dice, ahora me vas agarrar -dice la
chuña. Y vuela y se asienta arriba de un algarrobo, con un tronco
torcido, y el zorro también sube. La quiere agarrar, pero no puede
subir a los árboles. Sube por detrás de la chuña, pero en el
momento que la quiere agarrar, vuela y se asienta en el tronco
chaquista, un tronco quemado. Que no estaba más que el tronco. Vuela
y se asienta en la punta. Y el zorro dice:
Y
hace un salto magistral para cazarla a la chuña, en el mismo
instante que ésta vuela, de manera tal que da con la cabeza y se le
desparraman los sesos.
Aristóbulo
Barrionuevo, 48 años.
Santiago
del Estero. Capital, 1970.
Persona
de cultura, Profesor. Aprendió el cuento de la madre que tiene un
gran repertorio. Muy buen narrador.
Cuento
826 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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