Diz
que el zorro almiraba a la perdiz porque silbaba. Y bueno, dispués
le dice a la perdiz, le pidió que le enseñara a silbar. Y la perdiz
dijo que bueno.
-Si
quieres te enseño a silbar, pero te tengo que coser la boca -le
dice.
Y
el zorro le dijo que sí. Entonces la perdiz le cosió la boca por
los dos lados con un hilo de cháguar, porque el cháguar tiene hilos
y son juertes.
Y
bueno, le cosió. Y la perdiz le hizo una jugada. Le dijo al zorro
que tenía que ir silbando por un caminito que había áhi, y que no
deje de probar hasta que le salga bien el silbido. Y la perdiz se jue
y se puso escondida, allí, por donde tenía que ir el zorro.
Bueno... El zorro, entonce iba de aquí, silbando, silbando,
contento, claro. Y cuando jue al punto de pasar por donde 'staba la
perdiz, la perdiz pegó un volido, áhi, juntito al zorro. El zorro
si asustó, si olvidó del silbido, y pegó el grito pa cazar la
perdiz y se le descosió la boca y se le rajó más. Y áhi quedó
peor que antes, y sin poder silbar más.
Felipe
Lezcano, 73 años. Media Flor. Capital. Santiago del Estero, 1951.
Campesino
muy buen narrador.
Cuento
689 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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