Dice
que iba una perdiz, que andaba chiflando, chiflando. Shis... Shis...
hacía la perdicita. Y el zorro dice que se le atraca:
-Che
-dice-, ¿por qué no me enseñás a silbar?
-Como
no -dice. Bueno, pero tenés que aguantar
un poco. Te voy a coser la boca -dice que le dice, porque tenés que
tener la boca como yo.
-Bueno
-que le dice.
Y
el zorro dice que aguantaba y aguantaba. Y dele, la perdiz, meta
coserle. No sé cómo le cosería, ¿no? Le cosió la boca y le dice:
-A
ver, silbá un poquito -que le dice.
Y
al zorro algo le salió.
-Bueno
-que le dice, algo aprendiste. Andá
despacito no más y vas aprender -dice que le dice. Bueno, ¿pa cuál
lau vas a ir ahora?
-Y
me voy a ir pa este lau -que le dice.
Y
se fue. Por el caminito se fue, se fue. Al tranco, al tranco el
zorro. Y la perdiz se había ido adelante y se perdió atrás de una
mata. Y cuando quiso acordar el zorro, la perdiz hizo ¡bum! y se le
voló encima de la cabeza. Y claro, el zorro se asustó, abrió la
boca, y se rajó toda la boca.
Apolinario
Paileman, 78 años. Conesa. Río Negro, 1971.
El
narrador es nativo de la región en donde ha vivido toda su vida
dedicada a trabajos de campo. Su apellido es indígena.
Cuento
708 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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