Historia de una ogresa que
transformaba a los hombres en ghul
Anónimo
(arabe)
Cuento
La
historia se refiere a un Rey de los hombres y a un Rey de los ogros. Este Rey
de los hombres era rico de soldados y de hombres. Un día, durante una marcha,
sus soldados capturaron a una pequeña ogresa y se la llevaron al Rey, que hizo
que la cargasen de cadenas de hierro y luego la tuvo junto a él, dándole de
comer y de beber. De vez en cuando hacía que sus siervos la trajeran para que
sus hijos se divirtiesen.
Pero he
aquí que un día la pequeña ogresa se negó a moverse de su sitio. El Rey furioso
la golpeó con una barra de hierro. Una gota de sangre fue a caer sobre los pies
del Rey que, al instante, se convirtieron en unos pies como los de los ogros.
Cuando el Rey se vio en aquel estado, furibundo redobló los golpes y la sangre
le fue a salpicar en la cara, y su cara se hizo semejante a la de los ogros. Al
final, el Rey se transformó por completo en ogro, y sus súbditos le miraron
con espanto.
Cuando
la ogresa se dio cuenta de que su sangre podía transformar a los hombres en
ogros, se puso a dar patadas en el suelo, y al moverse de aquel modo, lanzaba
gotas de sangre y salpicaba a todos los que estaban alrededor. Así fue como
todos los familiares del Rey se transformaron en ogros.
Desde
entonces la ogresa pasaba todo el tiempo espiando a todo cl que entraba en
Palacio y cuando se acercaban les escupía y los transformaba en ogros.
Acudían
muchos curiosos para ver lo que sucedía, y agitándose toda, la ogresa todavía hizo
que aumentase más el número de las personas transformadas en ogros, hasta que
llegó el momento en que la gente, dándose cuenta de lo que sucedía, comenzó a
evitar acercarse a ella. A tal extremo llegó todo, que aquel que se encontraba
fuera no pudo entrar en el castillo y el que se encontraba dentro, no podía
salir, ya que sus habitantes se habían convertido en ogros.
A
excepción de la lengua, que seguía siendo de los hombres, su naturaleza física
y moral ya era la de los ogros. Como ya hemos dicho, aquella pequeña ogresa
había sido raptada por soldados cuando apenas su madre la dio a luz en el
desierto.
En aquel
país la irritación contra ella iba cada día más en aumento. Un día, los
habitantes que todavía no habían sido transformados en ogros se cansaron de
tener que permanecer escondidos, tiraron las armas y asaltaron a la ogresa.
Ella logró salpicar a algunos con su sangre, pero finalmente lograron matarla.
Sus últimas víctimas se dirigieron a Palacio para lamentarse ante el Rey, pero
lo encontraron transformado como ellos y como muchos otros.
En esta
situación se encontraban, cuando la madre de la pequeña ogresa irrumpió en la
ciudad lanzando rugidos de cólera. Husmeaba de vez en cuando el terreno
siguiendo una pista, hasta que entró en Palacio: había reconocido el olor de su
hija. Tomó en su boca el cadáver y lo condujo a un lugar seguro. Luego se
arrojó sobre los otros ogros para devorarlos, porque se había dado cuenta por
el olor de que no eran verdaderos ogros, sino hombres trans-formados.
Después
de comerse a alguno, volvió a coger en la boca el cuerpo de su hija y se
dirigió a presentarle sus respetos al Rey de los ogros.
Los
habitantes de aquel país, o por lo menos aquellos que habían permanecido
siendo hombres, cogiendo a sus mujeres y a los niños, abandonando todos sus
bienes y contentándose con salvar la vida, fueron en busca de refugio donde
otro Rey, tan poderoso que ningún otro Rey del universo había podido vencerle.
Cuando vieron que entraba un número tan grande de ellos, un centinela fue
enviado al Rey:
-Señor,
te anuncio que una horda de mujeres y niños ha venido en masa y está a las
puertas de la ciudad.
-Vuelve
donde están -dijo el Rey al mensajero- y dales a todos la bienvenida. Luego
tráeme a cinco de sus jefes para que yo pueda interrogarles y pueda saber el
motivo que les conduce aquí.
El
mensajero se dirigió hacia los fugitivos y les dijo:
-El Rey
está feliz con vuestra llegada, pero quisiera hablar con cinco de vosotros para
saber las razones que os han traído hasta aquí.
Al instante
salieron del grupo las cinco personas de mayor distinción y acompañaron al
mensajero al Palacio para presentarle al Rey sus respetos. A sus preguntas le
contaron su historia desde el principio al fin.
-He aquí
-dijeron- que hemos abandonado todos nuestros bienes, sola-mente hemos puesto la
vida a salvo.
El Rey
les asignó una parte de su territorio, que hizo desocupar a tal efecto; después
dio orden a un numeroso grupo de personas de que se dirigieran al país de
origen de los fugitivos y que tomasen posesión de todos los bienes muebles. Así
lo hicieron, pero de las personas que se habían transformado en ogros no se
encontró traza alguna: todas se habían arrojado al mar. El Rey se adueñó de
los bienes que habían pertenecido al Rey transformado por la ogresa, y los
otros fueron devueltos a sus propietarios. Luego el Rey hizo venir a su
presencia a los fugitivos y les preguntó:
-¿Cómo
se comportaba normalmente el Rey que fue transformado por la ogresa?
-Señor
-le respondieron-, estaba muy lejos de ser misericordioso hacia sus súbditos, y
les condenaba a muerte sin preocuparse de la justicia.
-¿Y
aquellos que fueron transformados junto a él?
-Eran
aquellos -le respondieron- que participaban en el poder con él.
El Rey
concluyó:
-Éste
es, pues, su castigo.
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