Dos gatos consiguieron
cierto día robar un queso, pero una vez llevada a cabo tal fechoría, tuvieron
que ocuparse de un problema bastante difícil como era el de hacer un buen
reparto.
Ninguno de los dos se
fiaba de su compañero y, por fin, convinieron en llevarlo al juez, que era el
mono, con objeto de que lo repartiese equitativamente entre ambos.
Empujando el queso para
que rodara por el suelo, se dirigieron a casa del mono, el cual aceptó el
encargo y, en el acto, pidió unas balanzas. Tomó un cuchillo y en vez de
dividir el queso por la mitad, lo cortó de modo que uno de los pedazos fuera
mayor que el otro. Puso ambos trozos en los platillos de las balanzas y al ver
que uno se elevaba mientras el otro descendía, observó:
-No he cortado bien.
Y, tomando el trozo
mayor, le dio un buen bocado.
-¿Qué haces? -gritó uno
de los gatos.
-Quito un poco de ese
lado para que no pese tanto -contestó el mono.
Y siguió comiendo tanto
del pedazo mayor que, al fin, fué mucho más ligero que el otro.
Para nivelar el peso,
mordió el que entonces era el pedazo mayor y así continuó, sucesivamente, en
tanto que los gatos contemplaban doloridos el espectáculo, seguros de que el
mono acabaría por comerse todo el queso. Entonces, uno de ellos, exclamó:
-Señor juez, dejadnos por
lo menos lo que queda del queso qué ya lo repartiremos entre ambos como buenos
amigos.
-¡De ninguna manera!
-contestó el juez-. Eso sería causa de una pelea entre los dos y luego el Rey
de los Animales me castigaría.
Y continuó comiendo,
primero de un lado y después de otro y los dos gatos comprendieron que, al fin,
no les quedaría nada.
-¡Mejor hubiera sido!
-observó uno a su compañero -que hubiéramos hecho las partes nosotros mismos.
-¡Tienes razón! -contestó
el otro lanzando un triste maullido.
Entretanto, el mono acabó
de comerse el queso y al observarlo los dos gatos, uno murmuro:
-¡Vámonos en paz y, en
adelante, procuremos dividir nosotros mismos nuestros asuntos sin acudir a este
juez rapaz y glotón!
026. Anónimo (corea)
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