Sentado en
su trono, silencioso y apenado, se encontraba el faraón Dyoser.
Egipto
había caído en desgracia ya que hacía siete años que la crecida del Nilo era
insuficiente. No había agua suficiente para regar las tierras, y las reservas
de los graneros, que hasta ahora habían permitido al pueblo alimentarse, se
estaban quedando vacíos.
Los meses
pasaban y la preocupación del faraón aumentaba. Su pueblo no tenía apenas con
qué alimentarse, los campesinos observaban con tristeza los campos secos, los
niños lloraban y los ancianos se debilitaban. Incluso los templos se cerraban
por falta de ofrendas a sus dioses.
El Nilo se
negaba a fecundar la tierra de Egipto. Por eso, decidió pedir ayuda a su amigo
y primer ministro Imhotep, arquitecto, médico, mago y astrólogo.
-Nuestro
país está sufriendo una grave situación -dijo el rey dirigiéndose a Imhotep-.
Si no encontramos una solución moriremos de hambre. Hay que darse prisa y
descubrir dónde nace el Nilo para saber cuál es el poder divino responsable de
que suban las aguas.
Imhotep se
marchó a Heliópolis, donde se encontraba el gran templo de Thot, dios de la
sabiduría y protector de los escribas. Buscó entre los libros sagrados y
documentos más antiguos que hablaran sobre la crecida del Nilo y volvió al
palacio para informar a Dyoser.
-Eres el
primer faraón que se interesa por los secretos de los caudales del Nilo
-comentó Imhotep mientras desenrollaba un montón de papiros, y prosiguió-: Los
textos indican que en el sur de Egipto se encuentra la isla de Elefantina. Allí
apareció la luz divina cuando decidió dar vida a todos los seres. El Nilo nace
en ese lugar, en dos cavernas de donde manan todas las riquezas de la tierra. Cuando lo
desea, el Nilo fertiliza sus orillas.
-¿Quién
vigila esas cavernas? -preguntó ansioso el faraón.
-El dios
Jnum, quien modela en su torno de alfarero a todos los seres. Se encuentra en
Elefantina y retiene bajo sus sandalias el caudal del río. Mientras no las
levante no habrá crecida. Jnum es quien dispone las tierras fértiles del Alto y
del Bajo Egipto, quien hace crecer el trigo, quien hace posible la producción
de piedras en las canteras para elevar los templos. Gracias a él prosperan los
animales y las plantas.
Para
conseguir que Jnum liberara la crecida, Dyoser tuvo que ir a Elefantina en
busca de una paleta de escriba y una cuerda de agrimensor para medir los
campos. El faraón imploró los favores del dios pidiéndole la salvación de su
pueblo. Pero sus plegarias no fueron atendidas. Sin embargo, decidió quedarse
en la isla de Elefantina luchando hasta el final, aunque le costara la vida.
Dyoser,
vencido por el cansancio, se quedó dormido, y en sus sueños se le apareció el
dios Jnum. El rey alzó las manos en señal de respeto, y el dios le habló:
-Soy Jnum,
el dios creador; dame un abrazo para que mi magia te proteja... ¿Qué te sucede
Dyoser? ¿Por qué me llamas con tanta insistencia?
-Estoy
preocupado por mi país y mi pueblo.
-¡Tienes
motivos para estarlo! Te he dado numerosos materiales para que edifiques
templos y construyas estatuas a los dioses y tú no lo has hecho. Tienes que
restaurar los monumentos antiguos y construir otros nuevos. El pueblo de Egipto
debe adorar a sus dioses y el faraón dar ejemplo. Ahora ya sabes los motivos de
mi enfado.
Jnum, señor
del Nilo y de la fecundidad de las tierras de Egipto, vigilaba las dos grutas
que se encontraban en el santuario secreto del templo de Jnum de esta isla. De
allí procedían las fuentes del Nilo. Una puerta impedía a los humanos el acceso
para evitar que descubrieran el secreto e hicieran mal uso de él.
-Por ti,
que eres el servidor de los dioses y de tu pueblo, abriré esta puerta dejando
circular el caudal del Nilo. Regará sus orillas y sus campos se fertilizarán.
Egipto prosperará -dijo Jnum, y cogiendo de la mano a Dyoser lo llevó al fondo
de las dos grutas, donde el Nilo dormía en forma de serpiente debajo de sus
sandalias.
-Mi maestro
de obras Imhotep edificará tu templo en la isla del origen del mundo y tu santuario
guardará para siempre el secreto de la crecida del Nilo -añadió el faraón.
Jnum
levantó sus sandalias.
La
serpiente se convirtió en un joven fuerte con la cabeza cubierta de cañas que
se emergió en el agua estancada transformándola en una caudalosa riada.
Cuando
Dyoser despertó, observó que el caudal del Nilo fluía con fuerza. A sus pies
estaba la tabla de escriba con un texto grabado: una plegaria al dios Jnum que
nunca debería olvidarse.
Ese mismo
día ordenó que iniciaran las obras de construcción de un templo dedicado a
Jnum. En sus muros se escribiría en jeroglíficos la plegaria para que cada año
subieran las aguas del Nilo. regando sus campos y procurando la prosperidad del
pueblo egipcio.
034 Anónimo (egipto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario