El humo del guiso
Anónimo
(arabe)
Cuento
En las ciudades orientales hay
calles en las cuales los cocineros preparan los platos más exquisitos en la
calle, y la gente se agolpa alrededor de sus puestos para comer y comprar.
A uno de estos puestos ambulantes,
se acercó un día un pobre. No teniendo dinero para comprar alguna cosa, puso su
pan sobre una olla de guisado, lo impregnó del humo apetitoso que salía y se lo
comió ávidamente.
Pero precisamente aquella mañana el
cocinero no había hecho buenos negocios y estaba de mal humor. Por eso se
volvió con ira al pobre y le dijo:
Págame lo que has tomado.
Pero yo no he tomado de tu cocina
más que humo, repuso el pobre.
¡Págame el humo!, tronó el cocinero
enfurecido.
La cosa terminó en el tribunal. El
Sultán llamó a asamblea a todos los sabios del reino y les propuso resolver la
cuestión.
Comenzaron a discutir y a matizar
la cuestión: Algunos daban la razón al uno, con el pretexto de que el humo
pertenece al dueño del guisado, y otros al otro, sosteniendo que el humo es de
todos, como el aire que se respira. Finalmente, después de largas discusiones,
la sentencia fue esta:
Ya que el pobre ha gozado del humo,
pero no ha tocado el guiso, debe tomar una moneda y golpear con ella la madera.
El sonido de la moneda pagará al cocinero”.
Así se hizo. A cambio del humo del
guisado, el cocinero tuvo el sonido de la moneda.
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