En
un pueblo vivía una vieja que era experta en el arte de la brujería.
Su hijo, harto de la mala fama de su madre, decidió poner tierra por
medio; y un día abandonó casa y familia para ir a vivir a San
Antonio de Palé.
Allí
ganaba algún dinero haciendo pequeños trabajos que le encargaban. Y
allí conoció a una mujer que quiso casarse con él. Tuvieron varios
hijos, y él nunca explicaba nada de su vida anterior. Por eso su
esposa sentía una gran curiosidad y le preguntaba constantemente.
Hasta que un día le contó la historia de su madre y le prohibió
que fuera a visitarla por ningún motivo.
La
mujer prometió que así lo haría. Pero su corazón seguía
expectante de curiosidad. De manera que aprovechó una ocasión en
que su marido fue a pasar unos días a San Pedro con el fin de salar
pescado, para dirigirse al pueblo donde vivía la bruja.
Al
llegar allí, la abuela se encontraba en la finca. Así es que se
dispusieron a esperarla. Cuando llegó la vieja, con la excusa de
darles de comer les hizo entrar en la cocina. Y, llamándoles aparte
uno por uno, les iba echando a una gran olla dispuesta en el fuego
para la ocasión.
Cuando
el marido regresó a la casa de San Antonio y la encontró vacía,
temió lo que durante tanto tiempo había intentado evitar. Se
dirigió a su pueblo e imploró, llorando, a su madre. Pero ya no
había nada que hacer: la mujer y los hijos habían sucumbido a los
hechizos de la bruja. La curiosidad y la desobediencia les habían
llevado a la muerte.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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