En
un pueblo vivían un hombre y una mujer con su hija. La mujer enfermó
y, cuando se sentía morir, llamó a su marido y le advirtió: «No
te cases enseguida con otra mujer, porque maltratará a la niña».
La
pobre falleció al cabo de
poco.. Y una vecina empezó a ayudar al marido: le hacía la comida,
le limpiaba la casa... el viudo se sentía solo y se casó con ella
sin recordar las advertencias de su primera esposa. Y éstas
resultaron ciertas: la nueva mujer maltrataba a la niña, no le daba
comida y le encargaba los peores trabajos de la casa.
El
hombre comprendía que había cometido un error, pero no se
enfrentaba a la madrastra por temor a perderla. Y lo único que hacía
era compartir su parte de comida con la pequeña.
Un
día la mala mujer ordenó a la niña que fuera al río a limpiar una
cantidad exagerada de platos. No habían advertido que río arriba
había llovido con intensidad; y, de pronto, un golpe de corriente se
llevó todos los platos. La niña, desolada al comprender que su
madrastra le daría una paliza, se adentró en el bosque para buscar
un lugar donde morir.
El
padre, al ver que su hija había desaparecido, se dio cuenta de que
había perdido lo mejor que tenía. Se adentró en el bosque y anduvo
buscándola durante tanto tiempo que al final murió de angustia y de
cansancio.
La
niña, mientras tanto, había descubierto un pueblo en medio del
bosque. Allí la recibieron bien y, cuando fue mayor, se casó, tuvo
muchos hijos y vivió feliz lejos de la madrastra mala.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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