En
un lugar remoto de la isla de Annobón vivían dos mujeres que eran
amigas íntimas: lo compartían todo, incluso el trabajo, que
realizaban en la finca de una de ellas.
La
otra era muy perezosa y aprovechaba cualquier oportunidad para
descansar. Sin embargo, cuando sabía que en la finca había alguna
fruta madura, se levantaba por la noche e iba a robarla sin ninguna
clase de miramientos.
La
trabajadora veía que a menudo faltaban cosas en la finca, y dedujo
que alguien acudía por las noches a quitarle lo que era suyo. Un
día, al observar que faltaba de nuevo el fruto de su trabajo, lanzó
una maldición: «Que esa persona que me está haciendo daño vague
errante por el bosque durante toda su vida».
Aquella
misma noche la dueña de la finca observó que su amiga no estaba. Y
al volver la vista hacia el bosque observó una luz desconocida.
Entonces comprendió con aflicción que su maldición se había
cumplido, y que era su propia amiga la que le robaba en la finca.
Hasta
hoy, la mala mujer no ha vuelto a su pueblo. Y todas las noches se la
puede observar en el bosque con una antorcha encendida.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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