Una
pequeña huerfanita necesitaba tanto una madre que pedía
insisten-temente a su padre que se casara con la vecina. El padre le
advirtió que a lo mejor aquella mujer la trataría mal; pero aun así
la huerfanita continuó insistiendo hasta que se celebró la boda.
La
madrastra tenía un hijo al que trataba maravillosamente. Y la pobre
huerfanita pronto recibió el peor trato, las tareas más pesadas y
los golpes más frecuentes. Incluso un día aquella mujer la mandó a
buscar hojas a un bosque donde había un gigante.
Por
el camino encontró a una vieja con unas asquerosísimas legañas. La
anciana se le acercó y le suplicó que se las lamiera; y que, si
satisfacía su deseo, le contaría algo muy importante. La pequeña
se ofreció a limpiárselas con un pañuelo, a lo que la mujer siguió
insistiendo en que debía lamerlas con la lengua. Cuando la niña
accedió por fin, observó que las legañas supurientas se
transformaban en leche.
La
vieja dijo: «Cuando entres en el bosque encontrarás un gigante.
Debes tener en cuenta que si tiene los ojos abiertos está durmiendo
profundamente; si los tiene cerrados, en cambio, vete con mucho
cuidado porque lo estará observando todo».
La
pequeña se adentró en el bosque y encontró al gigante. Tenía los
ojos bien abiertos, de manera que la niña recogió las hojas que le
habían encargado y regresó a casa. La madrastra, al ver que su plan
había fallado, a la mañana siguiente volvió a mandarla al mismo
bosque a por hojas.
La
muchacha quiso hablar con su padre, pero éste replicó: «Ya te
había advertido que las cosas podían ir mal. Ahora debes obedecer a
tu madrastra».
La
pequeña emprendió el camino del bosque; y de nuevo encontró a la
vieja legañosa que, una vez limpia de sus legañas, le repitió la
advertencia. Sin embargo, la niña no le hizo caso: pese a que el
gigante tenía los ojos cerrados, intentó recoger las hojas que
debía llevar a su casa.
Entonces
el gigante se la llevó dentro del bosque y, una vez allí, la trató
con mucha delicadeza y la alimentó hasta que quedó bien gorda.
Parece
ser que la intención del gigante era comérsela. Pero resultó que
tenía un hijo que se había enamorado perdidamente de nuestra
muchacha. Como se trataba de un chico muy dulce y amable, ella
accedió a la boda: se casaron y vivieron muy felices junto con el
gigante mayor.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
No hay comentarios:
Publicar un comentario