Vivía
una mujer en un pueblo donde la mayor parte de la gente no trabajaba:
los ratones solían comerse las plantaciones de las fincas y muchos
habían decidido no trabajar más.
Sin
embargo, ella acudía cada día a la finca; y aunque los roedores se
le comían la mayor parte de las cosas que plantaba, siempre
conseguía regresar con algunos tubérculos, suficientes para
preparar un potaje que los annoboneses llaman poposup.
Comía una parte y apartaba el resto por si al día siguiente no
tenía tanta suerte.
Alguien
del pueblo solía aprovecharse de la pobre mujer, que ya era vieja, y
le robaba la comida. Entonces ella salía por todo el pueblo dando
grandes voces y recriminando que hubiera alguna persona que se
atreviera a robar la comida de una pobre vieja que vivía sola.
Un
día volvió de la finca con una gran carga de excelentes malangas.
El día había sido provechoso y afortunado, por lo que pudo preparar
un potaje magnífico. Tan bueno parecía que decidió guardarlo para
el día siguiente.
Por
la mañanita, pues, salió hacia la finca. Y regresó muy tarde,
porque sabía que ya tenía la comida a punto. Pero al llegar a casa
vio que de nuevo la habían saqueado, y vociferó por todo el pueblo:
Kengi
kum poposup mina mina o o,
Y
solicitaba que, quienquiera que fuera el ladrón, le devolviera su
comida. Hasta que, por fin, cansada de dar vueltas, regresó a casa y
se quedó dormida2.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
1
¿Quién
es el que se come mi potaje?
2
Este
final -que no da solución al problema planteado- resulta insólito.
Cabe pensar en la posibilidad de que se trate de un fragmento de un
cuento más completo, o bien en que el final original ha
desaparecido de la memoria popular: la literatura tradicional exige
que el que obra mal debe ser descubierto y castigado, y su fechoría
reparada.
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