La
hija del rey de Agandji era tan bonita que su padre no permitía que
nadie la viera; y cuando se hizo mayor impuso notables condiciones
para cualquier pretendiente que no quisiera ser decapitado: «Que sea
alegre, guapo y rico». Empezaron a llegar los posibles novios, pero
ninguno de ellos poseía aquellas cualidades a gusto del rey, y todos
los jóvenes iban siendo decapitados.
Hasta
que aquello llegó a oídos del mismo Mpemasajajet, rey de los
demonios, que afirmó: «Yo, el príncipe de las tinieblas,
conseguiré casarme con esa belleza». Todos sabemos que el diablo
suele ir desnudo; de manera que en cada pueblo por donde pasaba pedía
algo prestado: unos calzoncillos, unos pantalones, una chaqueta...
cuando llegó a Agandji estaba vestido con suma elegancia y el rey y
la princesa aprobaron aquel matrimonio con el pretendiente más
alegre, más guapo y más rico de toda la isla.
Cuando
la boda quedó atrás, el demonio quiso llevarse a su mujer al
infierno. La chica aceptó encantada la posibilidad de ir a vivir al
lejano pueblo de su marido. Emprendieron el camino: en cada pueblo el
diablo iba dejando la ropa que le habían prestado y a cada momento
su voz se enronquecía más y más.
La
muchacha comprendió que se había casado con el mismo diablo. Pero
no tuvo valor para enfrentarse a él y tuvo que habitar para siempre
jamás en el reino de los infiernos.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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