Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 30 de octubre de 2014

La tortuga y el gigante .060

En un pueblo había un rey que era muy querido por todos porque era muy bueno. También vivían allí la tortuga y su esposa, que, como los demás habitantes del lugar, gozaban de la protección del rey.
Un día llegó al pueblo un gigante terrible, que atemorizaba a todo el mundo y se comía a los que intentaban enfrentársele. El rey mandó muchas veces a sus soldados a combatirle; pero jamás lograban vencerle, y el gigante se los iba comiendo. De manera que el rey estaba desolado.
Entonces la tortuga se presentó ante el rey para ofrecerle sus servicios: «Yo solucionaré tu problema y traeré al gigante atado para que puedas matarlo. A cambio deseo que me prometas la mitad del reino». El rey accedió gustoso, puesto que deseaba el bienestar del pueblo; y la tortuga se dirigió al bosque cercano, donde el gigante terrible aguardaba a sus nuevas víctimas.
Se acercó a él sin ninguna clase de miedo y le hizo la siguiente proposición: «Me atarás las patas con esta cuerda que he traído; si logro sacármela ataré tus piernas con un alambre; si no consigues desembarazarte de tus ligaduras, te habré vencido y todo el mundo sabrá que soy más fuerte que tú».
El gigante, complacido por un desafío que no parecía difícil de superar, lo aceptó sin darse cuenta de que la cuerda que había traído la tortuga estaba podrida. Así es que ésta no tuvo ninguna dificultad en deshacerse de las ataduras que el gigante le hizo. En cambio, cuando los alambres de la tortuga sujetaron las piernas del gigante con gran fuerza, éste no pudo librarse de ellos por más que lo intentó.
La tortuga cogió un buen garrote y, pegándole constantemente, le llevó ante el rey para que éste pudiera matarle. El rey le metió en una gran jaula; y concedió la mitad del reino a la tortuga, tal como había prometido.
Sucedió, sin embargo, que un día los hijos del rey empezaron a jugar cerca de la jaula del gigante. Y la pelota, accidentalmente, fue a parar dentro de la jaula. Como los pequeños sabían dónde se guardaba la llave, abrieron la puerta para recuperar su juguete; y el gigante aprovechó la ocasión para escaparse.
Furioso y lleno de rabia, merodeó por todo el pueblo buscando a la tortuga para vengarse de ella. Al llegar a la playa vio que allí estaba, con su esposa. Pero las dos tortugas, al darse cuenta de su presencia, se metieron en el agua y nadaron mar adentro.
Los esfuerzos del gigante resultaron baldíos. Y, al ver que no podría vengarse de su enemiga, subió a lo alto de un barranco y se precipitó al vacío. De esta manera el pueblo recuperó su tranquilidad.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

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