Se
trataba de un pueblo tan tranquilo que el rey tuvo que inventarse un
juego para salir de tanto aburrimiento: «Daré todo lo que me pida a
aquel que sea capaz de comerse una marmita de picante sin soplar; que
pueda defecar sin que se le aprecie ningún esfuerzo; y que pueda
mantenerse bajo el agua durante una hora entera». Las pruebas eran
tan difíciles que nadie quiso probar suerte y el aburrimiento
continuaba.
Hasta
que la tortuga se decidió y se presentó ante el rey para intentar
superar la primera prueba. Los guardianes trajeron una marmita llena
de picante y la tortuga, después de cada cucharada, preguntaba:
«Habéis dicho que no puedo decir buff, buff.., ¿no es verdad?». Y
el rey asentía, sin darse cuenta de la estratagema.
Convinieron
que la segunda prueba se realizaría a la orilla del mar. De manera
que la tortuga se colocó sobre una roca y, cuando se disponía a
defecar, gritó: «Hapa navi dili dja»1.
El rey miraba hacia el mar, donde su barco no se veía por ningún
lado; y la tortuga aprovechaba la ocasión para defecar sin que se le
notara esfuerzo alguno.
Entonces
la tortuga debía lanzarse al mar para intentar superar la tercera de
las pruebas. Miró fijamente al rey y le dijo: «No he visto nunca a
un soberano tan tonto como vos, majestad. Presumís de ser el más
listo, pero os habéis dejado engañar como un niño».
Sin
esperar respuesta, la tortuga se zambulló en el agua. Y todavía no
se la ha visto por allí; de manera que debemos suponer que pasó la
tercera prueba con éxito notable.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
1
Mira
tu barco, majestad.
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