En
lo alto de una montaña rocosa vivía un rey con su hija; más lejos
había un pueblo habitado por una bruja y su hijo: como era bruja, la
gente se había marchado del lugar y nadie quería casarse con el
muchacho.
Llegó
el día en que la princesa se había hecho mayor y había que
casarla. Príncipes, guerreros, hombres ricos... multitud de
pretendientes acudían a solicitar su mano y ella los rechazaba a
todos. El rey estaba alarmado y le pidió qué sucedía. Ella
respondió: «Solamente me casaré con un hombre que no tenga
ombligo».
¿Y
qué persona puede haber que no tenga ombligo? El rey estaba
desesperado creyendo que su hija se quedaría soltera, cuando la
cuestión llegó a oídos de la bruja. Ésta, sin perder tiempo, se
transformó en un hombre sin ombligo y se dirigió a la montaña
rocosa para entrevistarse con la princesa y su padre.
Inmediatamente
se acordó la boda, que se celebró poco después. La princesa,
radiante, siguió a su marido hasta el pueblo de donde procedía. Una
vez allí la bruja recuperó su aspecto real y le suplicó: «Cásate
con mi hijo, porque nadie le quiere».
La
princesa comprendió que tenía buena parte de culpa en lo sucedido.
Se casó con el hijo de la bruja, tuvieron muchos hijos y el pueblo
volvió a llenarse de gente.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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