Cerca
de un pueblo merodeaba un gigante que de cuando en cuando se comía a
una persona. La gente del pueblo estaba aterrorizada y procuraba no
acercarse mucho a Akabubu, lugar donde el gigante vivía. Las mujeres
cultivaban sus fincas lo más lejos posible; y a causa del temor que
sentían permanecían en ellas lo menos que podían.
Un
día, una mujer de aquel pueblo se llevó a su hijo a la finca para
no estar sola. Al llegar allí le explicó la historia del gigante y
le suplicó que tuviera los ojos bien abiertos. El niño, cuando su
madre empezó el trabajo, se hizo una flauta y empezó a tocar.
Al
regresar a casa se dieron cuenta de que habían olvidado la flauta.
La madre ordenó que esperara hasta el día siguiente, pero el hijo
desobedeció: se dirigió a la finca, recuperó su flauta y empezó a
tocarla mientras regresaba.
El
gigante se cruzó con él en el camino. Y el chico, lejos de
amedrentarse, inició una canción que se llamaba Okulen fola bubu.
El gigante estaba estupefacto y la música de aquella flauta le
atraía tanto que empezó a seguir al muchacho.
Los
dos entraron juntos en el pueblo. La gente salió de sus casas y, al
ver al gigante absorto en la música, fueron a buscar sus armas y le
rodearon. Al oír el griterío se dio cuenta de lo que sucedía e
intentó regresar a su guarida.
Pero
ya era demasiado tarde. La gente se abalanzó sobre él y lo mató
sin piedad. Gracias a la música, a la flauta y al muchacho, la
tranquilidad volvió a reinar en aquel pueblo.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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