En
Awal vivía la familia tortuga con tres hijos. El padre tortuga era
muy holgazán y lo único que hacía era comer. Su mujer le preparaba
comidas suculentas y él se las comía sin aportar nada; excepto el
ifoh, un manjar que aseguraba que no le gustaba.
Un
día la madre tortuga dejó preparada una olla de ifoh y se fue a la
finca con sus hijos. Cuando regresaron a casa observaron que alguien
se lo había comido todo y había dejado en la olla algo maloliente.
Preguntaron al padre qué había sucedido y él respondió que había
estado fuera de casa todo el tiempo; y que, como a él no le gustaba
esa clase de comida, tampoco le preocupaba saber quién se la hubiera
comido.
La
misma escena se repitió durante muchos días. Hasta que el hijo
pequeño decidió esconderse para investigar lo que ocurría. Vio
que, en cuanto los demás se hubieron marchado, el padre tortuga
-pese a haber afirmado tantas veces que el ifoh
no le gustaba- se lo zampaba sin dejar una migaja. Después defecaba
en la misma olla y la cubría con hojas de plátano.
Cuando
la madre volvió a casa y advirtió que el desaguisado se había
repetido, preguntó otra vez a su marido. Este, mostrándose enojado,
respondió: «¿A mí qué me cuentas? Ya sabes que esa clase de
comida no me gusta. Me da igual quién se la coma». Pero entonces el
hijo menor salió de su escondrijo y lo contó todo.
El
padre tortuga recibió tal paliza que tuvo que echarse al mar. Desde
aquel día no ha regresado a Awal; y su mujer y sus hijos pueden
vivir sin tener que soportar a un holgazán.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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