Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 30 de octubre de 2014

Los espiritus de la noche .103

Había en un pueblo un hombre y una mujer que no creían en los espíritus. Prepararon una finca y se dieron cuenta de que alguien duplicaba por la noche1 todo lo que ellos hacían durante el día. Pensaban obtener una buena cosecha; pero en el momento de recoger los frutos y las legumbres también todo se duplicaba y sacaban mucho más de lo que podían vender; de manera que estuvieron a punto de arruinarse.
Convinieron en vigilar la finca: la mujer lo haría de día y el marido por la noche. Una amiga les dejó una lanza para tal menester, con una condición: «Como mi marido quiere tanto a la lanza, tenéis que devolvérmela antes de las seis de la mañana». Prometieron que así lo harían y fueron a empezar la vigilancia.
Durante el día no sucedió nada anormal. Por la noche el hombre se metió en un agujero de ñame; y de pronto aparecieron multitud de espíritus que empezaron a arrancar todo lo que había. El que parecía ser el jefe se acercó donde el hombre se había escondido; y, cuando se encontraba a punto de cogerle, el hombre salió del agujero y le clavó la lanza. Todos los fantasmas fueron en su busca y se lo llevaron con la lanza clavada en el corazón.
Cuando la amiga del matrimonio supo que no podían devolverle la herramienta cogió a la mujer y dijo: «Si tu marido no me devuelve la lanza antes de cinco horas te mataré». El pobre hombre empezó a deambular por el bosque sin saber qué hacer. Vio una casita donde vivía una vieja; le ayudó en lo que pudo y la anciana, agradecida, le dijo: «Para encontrar lo que buscas debes seguir por este camino haciendo sólo el bien. En la primera casa que encuentres se halla la lanza que quieres encontrar. Si los espíritus te persiguen coge un palo, dále tres vueltas y estarás otra vez conmigo».
El hombre emprendió el camino. Al cabo de un rato encontró a dos puerco espines que peleaban por una semilla; la partió y dio una mitad a cada uno. Más tarde llegó a un pueblo y, efectivamente, en la primera casa encontró el cuerpo del jefe de los espíritus con la lanza clavada. Se la arrancó y al instante se congregó a su alrededor una multitud de fantasmas que le dijeron: «Tú debes ser nuestro nuevo jefe. Toma la lanza y ven con nosotros a cazan>.
Se dirigieron al bosque. Vieron pasar a un antílope y él lo mató con su lanza y dijo: «Así es como maté a vuestro jefe». Entonces los fantasmas se arremolinaron en torno a él para capturarle; y el hombre cogió un palo, le dio tres vueltas y se encontró de nuevo con la vieja. Ésta, antes de despedirle, le dio una botella con un ungüento capaz de curar todos los males.
Volvió al pueblo y, además de rescatar a su esposa, empezó a curar a todos los que se encontraban mal. Hasta que un día el que enfermó fue el marido de su amiga. Ésta imploró ayuda y él le prestó la botella del ungüento mágico. El enfermo se recuperó inmediata-mente pero, al ir a devolver la botella, ésta se le cayó al suelo y se rompió en mil pedazos.
Nuestro protagonista estaba exasperado: «¿Recuerdas que cuando no podíamos devolverte la lanza querías matar a mi esposa? Pues voy a hacer lo mismo: si antes del anochecer no has recuperado mi ungüento mataré a la tuya».
El marido de la amiga deambuló por el bosque hasta que encontró a la misma vieja que le dio las mismas instrucciones. Así es que emprendió el camino hacia el pueblo de los espíritus. Al acercarse a él encontró a dos puerco espines que se peleaban por una semilla; los mató con su lanza y se los llevó consigo para cenar.
Cuando llegó al pueblo de los fantasmas y entró en la primera casa, entre todos le cercaron y le dijeron: «El último hombre que llegó hasta aquí había matado a nuestro jefe y logró escapar. Tú vas a pagar por él».
Y aquel hombre no regresó jamás a su casa.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050

1 Este cuento nos fue narrado como un cuento tradicional annobonés por miembros de la comunidad isleña de Malabo. Sin embargo la procedencia ndowe parece indudable.

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