Había
una vez un pueblo de la costa dividido por un río, donde vivía un
hombre que tenía dos mujeres. El hombre pasaba dos noches con cada
una de ellas; pese a lo cual una de las mujeres había tenido muchos
hijos y la otra ninguno. Por esa razón se peleaban muy a menudo.
Un
día, la que no tenía hijos se dirigió a su marido y le rogó que
acudieran a una curandera para que solucionara su problema. El hombre
estuvo de acuerdo, y la curandera les dijo: «Esta mujer tiene que ir
al río que separa el pueblo a pescar cangrejos: si consigue uno,
tendrá un hijo; si pesca dos, tendrá dos hijos; si captura tres
tendrá tres hijos... y así sucesivamente. Pero si reveláis este
secreto a alguien, los niños morirán en cuanto se acerquen al río».
Aquella
misma noche la mujer acudió al río, donde consiguió pescar dos
cangrejos. Y, efectivamente, tuvo dos hijos hermosísimos.
Pasó
mucho tiempo, y la otra mujer no entendía qué podía haber hecho su
rival para tener dos hijos tan bellos. Preguntó y preguntó, pero
sus averiguaciones no tuvieron éxito. Hasta que decidió interrogar
a su marido. Éste no le daba respuestas convincentes, por lo que
seguía insistiendo. Por fin, el marido reveló su secreto.
A
partir de aquel momento, la mujer sólo cavilaba la manera de matar a
los dos pequeños. Y así, un día aciago los encontró solos en el
pueblo y les comentó: «Vosotros no sois niños, sois cangrejos:
vuestra madre os sacó del río y una curandera os transformó en
personas».
Los
niños, sollozando, se acercaron al río y se echaron al agua. Y en
aquel mismo momento se convirtieron de nuevo en cangrejos.
Cuando
la madre advirtió la desaparición de sus dos pequeños, fue
preguntando por todo el pueblo si alguien los había visto. Una
vecina, que lo había presenciado todo, le contó lo sucedido. Y la
mujer, desconsolada, se encerró en su casa hasta que murió de pena.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
No hay comentarios:
Publicar un comentario