Una
buena mujer había enviudado antes de dar a luz a su séptimo hijo.
Tenía que sacarlos a todos adelante, de manera que cultivaba la
tierra con la ayuda de los hijos mayores.
Un
día se dirigía a la finca con su primer hijo. En mitad del bosque
se posó ante ellos un pájaro gigante, que vomitó a sus pies y
exigió: «Quiero que tu madre se coma mi vómito asqueroso». El
muchacho no quería que su madre se viera obligada a realizar algo
tan repugnante; pero el pájaro amenazó con tragárselo y el chico
cedió: la mujer se tragó el vómito y después pudieron seguir su
camino, trabajar en la finca y regresar a casa, donde no contaron
nada de lo sucedido.
Al
día siguiente la mujer fue a la finca con su segundo hijo, y les
ocurrió lo mismo; e igual suerte corrió cuando la acompañaron el
tercero, y luego el cuarto, el quinto y el sexto.
Hasta
que un día la acompañó el pequeñito, armado con un cuchillo. Al
llegar al bosque y encontrar al pajarraco con las mismas
pretensiones, el muchacho se negó en redondo: «Mi madre no va a
tragar semejante porquería». Y, al persistir en su actitud, el
pájaro se lo tragó entero.
La
mujer regresó a casa y contó lo sucedido. Todos creían que el
pequeño no aparecería nunca más. Pero en el estómago del pájaro
gigante ocurría algo extraordinario: el muchacho encontró allí un
anillo mágico; se lo quiso guardar en el bolsillo y, al meter la
mano para dejar allí el anillo, se apercibió de la presencia de su
cuchillo. Inmediatamente empezó a cortar el estómago del animal;
que, al cabo de un rato, caía al suelo fulminado.
El
muchacho regresó a casa, donde fue recibido con gran alborozo.
Mostró el anillo a su madre; y desde entonces vivieron con toda
clase de comodidades, porque aquel anillo les concedía todo lo que
le pedían.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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