La
tortuga y el demonio eran amigos íntimos; este último tenía que
vivir en el bosque para no ser reconocido, mientras que su amiga
vivía en la ciudad de Pale.
Un
día la tortuga se dirigió al bosque con unos amigos, y llegaron al
lugar donde el demonio vivía: «Venimos a trabajar: tenemos que
preparar tablas para reparar mi casa y solicitamos que nos hospedes».
El demonio no podía negarle nada a su amiga, así que no tuvo
inconveniente. Al cabo de unos días, cuando hubieron terminado su
trabajo y se preparaban para regresar a Pale, el demonio demostró su
interés en acompañarles: «Pero no es demasiado prudente porque,
con lo feo que soy, la gente se burlará de mí».
La
tortuga encontró una solución: podía taparse la cara hasta llegar
a su casa, donde su mujer les atendería a la perfección. El diablo
estuvo de acuerdo y emprendieron la marcha. Poco antes de llegar a la
ciudad se detuvieron en un cruce de caminos. La tortuga dijo: «Espera
aquí, amigo, porque voy a avisar a mi mujer para que lo tenga todo
listo».
Pero
en realidad se dirigió a la plaza y, convocando a todo el pueblo,
anunció que iba a traer al mismísimo diablo. Efectivamente: regresó
al cruce de caminos y volvió a la ciudad en tan innoble compañía.
Al pasar por la plaza, de repente la tortuga destapó la cara del
energúmeno y todo el pueblo, con grandes carcajadas, se rió de su
fealdad.
Aprovechando
el desconcierto general la tortuga se dirigió al río. Hasta allí
la siguió el demonio, dolido por la traición de su amiga. Pero
ésta, al ver que se acercaba, se echó al agua y desapareció.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
No hay comentarios:
Publicar un comentario