Cerca
de un pueblo de la costa vivían dos familias: una en Mesimenx y la
otra en Osopain, detrás de la montaña. La primera estaba formada
por un matrimonio y un único hijo que se llamaba Juan de la Cruz; el
matrimonio de la segunda tenía seis hijos y una hija.
Un
día Juan de la Cruz encontró a sus padres muertos. Se realizó el
entierro y los mayores de la segunda familia sugirieron que quizás
no habían muerto de manera natural. ¿Cómo saberlo? Se dirigieron a
la cueva de los muertos, cerca de allí, donde les recibió una voz
cavernosa: «¡Juaaaaan! ¡Juaaaaan! Soy tu padre. ¿Por qué vienes
a buscarme al otro mundo?».
El
pobre Juan de la Cruz se sentía atemorizado e incrédulo: «¿Cómo
puedo saber que eres realmente mi padre? Dáme una señal: yo
extenderé mi brazo y tú me lo cogerás». Juan extendió su brazo y
lo mantuvo así durante largo tiempo, sin que ocurriera nada.
El
muchacho, por tanto, no pudo solucionar su duda. Y, saliendo de la
cueva a toda prisa, decidió irse a vivir con sus vecinos de Osopain.
Se trasladó allí, se casó con la muchacha y nadie regresó jamás
a la casa deshabitada de Mesimenx.
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat
0.111.1 anonimo (guinea ecuatorial) - 050
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