Tenia una vez un pastor
su rebaño de ovejas en una solitaria colina. Era un día muy frío y había mucha
niebla, de modo que aquella mañana pasó muchos apuros para reunirlas. Por fin
las tuvo a todas menos a una; que, después de mucho buscar por aquí y por allá,
encontró también en una turbera, medio ahogada. Entonces se quitó su plaid, se inclinó, agarró a la oveja por
la cola y tiró de ella. La oveja estaba muy atascada y no podía levantarla.
Entonces, se quitó la chaqueta y tiró aún con más fuerza, pero era demasiado
para él. Escupiendo sobre las palmas, agarró por tercera vez la cola y tiró con
todas sus fuerzas esta vez: ¡y la cola se rompió! y creedme que si no hubiera
sido por eso, este cuento habría sido mucho más largo.
024 Anónimo (celta)
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