Cuento popular
Había una vez, hace
muchos años, un viejo criollo que estaba arando su chacra [1].
Araba con el antiguo y pesado arado de palo tirado por bueyes. El hombre
animaba a los bueyes llamándolos por sus nombres y los dirigía en el trabajo
con voces que ellos entendían:
-¡Tira, buey!... ¡Surco,
Colorado!... ¡Vuelta, buey!
Tan entretenido estaba en
su tarea que no advirtió la presencia de un temible enemigo: un tigre había
saltado la cerca de la chacra y se le aproximaba sigilosamente. El hombre
suspendió el trabajo y los bueyes comenzaron a temblar de miedo.
-Vengo a que me des un
buey para comer -dijo el tigre.
-¡Oh no!, señor tigre, yo
no le puedo dar ninguno de mis bueyes, los quiero mucho -le contestó el
sembrador aterrado.
-Entonces me tendrás que
dar los dos.
-Por favor, señor tigre,
no me haga un mal tan grande. Tenga piedad de mí.
-¿A que te como con
bueyes y todo? -contestó el tigre ya dispuesto a saltar sobre la víctima.
-No, señor tigre, como me
va a comer, mi familia es pobre y necesita de mí y de mis bueyes -volvió a
decir el labrador desesperado.
-Te voy a comer lo mismo.
-No, señor, cómo me va a
comer.
Estaban en que te como y
en que no te como, cuando pasó por allí cerca un zorro, oyó la discusión y se
propuso salvar al hombre. Se escondió detrás de unos poleos espesos y con voz
muy gruesa y firme le gritó:
-¿Amigo, no ha visto
pasar por aquí al tigre? Lo ando buscando con doscientos perros para matarlo.
El tigre se llevó un
susto tremendo, se encogió todo lo que pudo y se quedó inmóvil, pegado al
suelo.
-Dile que no me has
visto; si me delatas, te como -le dijo por lo bajo el tigre al hombre, creyendo
que en realidad se trataba de un cazador de tigres.
-No, señor, no he visto
al tigre desde hace mucho tiempo.
-¿Cómo no lo ha visto,
amigo, y qué es ese bulto que está cerca de usted? Eso parece un tigre echado.
-Dile que son porotos
overos, por favor.
-Son porotos overos,
señor, que tengo para sembrar.
-Si son porotos overos,
póngalos adentro de ese saco de cuero que tiene ahí a su lado.
-Ponme en la bolsa, en
seguida, por favor, no pierdas tiempo -rogaba el tigre al hombre.
El hombre embolsó al
tigre lo más pronto posible, y le contestó:
-Ya está, señor, ya está,
señor, vea como le obedezco.
-Atele, amigo, la boca al
saco con un lazo para que no se le vuelquen los porotos.
-Haz que atas el saco,
pero déjale abierta la boca -le dijo el tigre al sembrador.
El hombre ató la boca al
saco lo mejor que pudo.
-Está muy esponjado ese
saco, amigo, aplástelo un poco con el ojo del hacha, no se demore.
-Haz que me pegas, pero
cuida de no tocarme, mira que te voy a comer en seguida que se vaya el tigrero.
El hombre tomó el hacha y
con todas sus fuerzas le pegó al tigre en la cabeza hasta dejarlo muerto.
Así, la astucia del
zorro, salvó al hombre y venció la crueldad del tigre.
Fuente: Carmen Bravo-Villasante
015 Anónimo (argentina)
[1] Chacra: Alquería o granja.
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