Esta
es la historia del señor Wolo y el señor Kuta. El señor Wolo es un ave y el
señor Kuta es una tortuga. El señor Wolo tenía hambre. ¡Papapapapaap! ¡Tenía
mucha hambre! ¡El señor Wolo siempre tenía hambre! Acostumbraba a coger algunas
semillas de los campos. Pero ese año había pocas semillas. Las lluvias habían
llegado tarde y se fueron pronto. Los granjeros estaban preocupados porque no
podían llenar sus graneros. Lo hicieron todo para proteger sus cosechas. Uno de
los granjeros se había construido una pequeña cabaña en su campo. Se sentaba
allí todo el día para mirar su campo. Estaba muy preocupado. Cada tarde
inspeccionaba su campo. Cada tarde algunas semillas se perdían.
-Debe
de ser ese ave -se decía-. Durante todo el día lo veo sentado en el árbol.
Estoy seguro que ese ave se come mis semillas. ¡Pero espera ave! Te cogeré.
En
efecto, este ave era el señor Wolo. Miraba con cuidado al granjero. Cuando este
se marchaba, el señor Wolo se apresuraba a coger algunas semillas..
Un
día el granjero no vio al señor Wolo. Pensó:
-Ese
ave no osa volver. Tiene miedo, lo cogeré.
El
granjero estaba muy contento.
¿Qué
pasó? ¿Por qué el granjero no vio al señor Wolo? Ese mañana de camino hacia el
campo, el señor Wolo se encontró al señor Kuta.
-Buenos
días, señor Kuta. ¿Cómo va la mañana? ¿Y cómo va usted?
-La
mañana está aquí, señor Wolo, y yo estoy bien. Pero la vida está difícil en
estos días. No hay mucha comida-. Dijo el señor Kuta.
-Tienes
razón -dijo el señor Wolo- pero, ¿porque no te unes a mí? Conozco un lugar
donde podemos recoger un montón de semillas.
-Hey,
conozco el campo de donde sacas las semillas. Es ése de ahí. El granjero mira
su campo cada día. Tiene un arco y flechas. Tiene un cuchillo. Es muy peligroso
sacar semillas de ahí.
-No
te preocupes, señor Kuta. Te ayudaré.
-¿Cómo
puedes ayudarme? ¿Que no ves mis piernas? Son demasiado cortas. Si el granjero
viene detrás de mí, no podré escapar. Soy demasiado lento.
-Te
ayudaré a escapar-, dijo el señor Wolo.
-No
puedes ayudarme. Tú tienes alas y puedes volar muy lejos, pero yo no tengo
alas. El granjero me cogería.
-Sí,
señor Kuta, tengo alas. Tienes razón. Puedo volar si veo que se acerca el
granjero. Así es como voy a ayudarte. Te llevaré conmigo. Volaremos muy lejos
juntos.
El
señor Wolo pensó para sus adentros: "Debo persuadir a este estúpido para
que se una a mí. El granjero le verá y pensará que es el único que coge sus
semillas."
-Pienso,
señor Kuta, que te preocupas demasiado. Juntos, podemos coger más semillas que
si estamos solos. Tú tienes hambre y yo tengo hambre. Prometo ayudarte. Si no
nos apresuramos, otros cogerán las semillas. Vayamos al campo. De acuerdo-,
dijo el señor Kuta -confío en ti. Vayamos.
Llegaron
al campo. El granjero no estaba.
-¿Lo
ves, señor Kuta? El granjero no está. Podemos comer todas las semillas que
queramos.
Entonces
empezaron a escarbar para coger las semillas. Escarbaron y escarbaron. El señor
Kuta escarbaba y el señor Wolo recogía los granos. De vez en cuando se comían
algunos.
-Voy
a descansar un rato- dijo el señor Wolo, y se puso a volar hacia la cima de un
árbol.
-¡Eh!
¿Qué estás haciendo?- grito el señor Kuta asustado.
-Quiero
descansar. He comido mucho. No te preocupes- contestó el señor Wolo.
¡Tap, tap tap! ¡Bang, bang! El
señor Kuta oyó que alguien se acercaba. "Malditos ladrones" oyó. Al
señor Kuta le entró el pánico. "El granjero viene, el granjero viene.
¿Dónde está el señor Wolo?" Se apresuró a esconderse debajo de un montón
de ramas. El granjero ya estaba allí…
-¿Qué
es esto? -gritó- ¿Dónde están mis semillas? ¿Dónde está el ladrón?
Miró
a su alrededor. No había nadie. Has desaparecido, ladrón, pero sé que volverás.
El granjero volvió a su cabaña. El señor Kuta salió de su escondite.
-¡Uf!
-dijo- El granjero se ha ido, pero… ¿Dónde está el señor Wolo?
-Estoy
aquí -dijo el señor Wolo- Te he estado observando todo el rato. Estaba aquí
para protegerte. No perdamos más tiempo. Tenemos que acabarnos las semillas
antes de la puesta de sol.
Los
dos continuaron escarbando y comiendo semillas. ¿Qué hizo el granjero? Se quedó
en su cabaña espiando a través de un agujero.
-¡Aha!
-dijo- El ladrón ha vuelto. Veo movimiento allí detrás. Ahora le cogeré.
Esta
vez el granjero no se acercó andando, se deslizó como una serpiente. El señor
Wolo y el señor Kuta estaban es ese momento trabajando duro, por eso no le
oyeron llegar.
"Hoy
es mi día de suerte" pensó el señor Wolo. "Este señor Kuta es un poco
estúpido, pero es muy trabajador. Le voy a dejar trabajando un rato mientras yo
me tomo un descanso".
-Lo
estás haciendo bien, señor Kuta -le dijo- ¿Sabes? Voy a ir volando a buscar a
mi hijo para que nos ayude.
-De
acuerdo, señor Wolo. Tu hijo puede ayudarnos. Estoy cansado. Pero asegúrate de
volver pronto.
El
señor Kuta estaba solo y cansado.
¡Bang,
bang! ¿Qué estaba pasando?
-¡El
ladrón! ¡El ladrón! ¡He cogido al ladrón! Mira a esa tortuga, ahora no puede
escapar.
El
granjero bailaba y gritaba.
"El
granjero me ha cogido. ¿Qué puedo hacer?" Se decía el señor Kuta.
-Buenas
tardes señor granjero -dijo- Soy el señor Kuta y he venido a ver sus semillas.
-¡Oh
sí! Tú has venido a ver mis semillas. ¡Has venido a comér-telas! No me mientas. Tú
eres el ladrón y voy a matarte. Vas a venirte conmigo. Mi mujer va a cocinarte
y voy a comer una estu-penda sopa.
El
señor Kuta estaba asustado.
-Esto
es un malentendido, señor granjero. Déjeme que le cuente algo antes de matarme.
-No
me hagas perder el tiempo. He estado esperando durante días para cogerte, ladrón.
Ahora tengo hambre. Aquí está mi cuchillo. Voy a matarte.
-Espere,
espere, señor granjero. No debería matarme así. Voy a cantar una canción para
usted. Déjeme que le cante una canción.
-De
acuerdo tortuga. Puedes cantar una canción mientras afilo mi cuchillo.
El
señor Kuta había ganado algún tiempo. Debía hacer cualquier cosa para escapar.
Pero ese señor Wolo le había decepcionado, no tenía el corazón limpio.
El
señor Kuta cantó su canción:
El
ave me decepcionó
El
ave me decepcionó
En
el campo del granjero
Me
dijo que fuéramos a robar semillas
Pero
yo le dije que no tenía pico
Me
dijo que fuéramos a robar semillas
Pero
yo le dije que no tenía piernas
Aún
así me dijo que fuéramos a robar semillas
Y
yo le dije que no tenía alas
El
ave me decepcionó
El
ave me decepcionó
En
el campo del granjero
Al
principio el granjero casi no lo oyó. No estaba interesado. Aún estaba enfadado
por las semillas que había perdido. Estaba hambriento y su mente sólo pensaba
en comida. Pero como el señor Kuta continuó cantando, algo extraño le sucedió
al granjero. Le empezó a gustar la canción. Era tan dulce. El granjero notó
como sus piernas se movían. Estaba bailando.
La
canción terminó.
Señor
granjero, -dijo el señor Kuta- si quiere que sus esposas oigan la canción,
podemos ir al lavadero y voy a cantar para ellas.
-Tortuga,
eres un ladrón y estoy decidido a matarte. Pero mis mujeres deben oír tu
canción. Les va a gustar. Vamos.
Se
marcharon hacia el lavadero.
-Mujeres,
os he traído al ladrón que robaba mis semillas. Le vamos a matar para hacer
sopa. Pero primero va cantar una canción para nosotros. El señor Kuta cantó su
canción:
El
ave me decepcionó
El
ave me decepcionó
En
el campo del granjero
Me
dijo que fuéramos a robar semillas
Pero
yo le dije que no tenía pico
Me
dijo que fuéramos a robar semillas
Pero
yo le dije que no tenía piernas
Aún
así me dijo que fuéramos a robar semillas
Y
yo le dije que no tenía alas
El
ave me decepcionó
El
ave me decepcionó
En
el campo del granjero
Las
mujeres le escucharon y les gustó la canción. Eran felices. Todo el mundo
bailó.
-Veo
que os gusta mi canción, -dijo el señor Kuta- Si queréis disfrutar más, puedo
cantarla otra vez. Pero hace mucho calor aquí. Déjanos ir a la orilla del río,
hay árboles y se está más fresco. Todos estuvieron de acuerdo. Todos siguieron
al señor Kuta hasta la orilla del río. El señor Kuta cantó su canción. La cantó
dos veces. Cantó, cantó y cantó. La gente escuchaba y bailaba.
El
señor Kuta también bailaba. Se movía lentamente hacia todos los lados. Se
acercó al agua. Nadie se dio cuenta de los movimientos del señor Kuta. Se
acercó más y más al agua.
La
gente bailaba. No se dieron cuenta de que allí no había nadie cantando la
canción. No habían visto al señor Kuta deslizarse hasta el agua. Se había
marchado. El señor Kuta había desaparecido. Era afortunado por haber escapado
del peligro.
El
señor Kuta llegó a la otra orilla del río. Dio gracias a Dios.
-La
gente todavía está bailando. Mi canción les ha hecho felices, pero ahora se ha
acabado. Es hora de marcharme y descansar.
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