Había una vez un zorro y una chuña
que eran compadres.
Que viene el zorro y le
dice que le dé la hijita mayor para hacerla educar. La llevó y se la comió tras
de una tusca.
Pasó el tiempo y volvió
y le dijo a la chuña:
-Comadre, la chica está
muy adelantada. ¿Por qué no me da la otra?
-No -dijo la chuña,
quedaré sola.
Después de un tiempo
viene y le dice:
-Viera, comadre, como están di adelantadas
las chicas. Deme la otra.
-¡Ay!, compadre, voy a
quedar muy sola.
Se la llevó y se la
comió.
Sobre la hebra volvió a
llevarla a la comadre y le dice:
-¡Vamos, comadre! ¿Qué
va hacer solita? Así las ve a las chicas, qué adelantadas están.
-No, compadre, no voy a
ir.
-Vamos, vamos -le decía.
Hasta que por fin le
dijo que iría, pero que la espere que se bañe. Se fue a bañarse. El zorro
impaciente preguntaba:
La chuña se dio cuenta
de todo y miraba cómo lo podía matar al zorro.
-¿Ya está? -volvía a
preguntar el zorro.
-Todavía no, espere un
rato -le contestaba.
Ella se bañó y se secó.
Y le dijo:
-Ya estoy -y se voló
arriba di una peña.
El zorro también saltó.
De la peña voló la chuña al cielo. El zorro quiso imitarla y se cayó. Viniendo
en el aire decía:
-¡Quiten palos, quiten
piedras, pongan camas, que allá voy yo!
Se cayó y se mató. Quedó
muerto mostrando los dientes. Un día iban otros zorros y decían:
-Velo a mi hermanito, se
está riendo.
Y se fue por un zapato roto que
otro cuente otro.
Ramona Flores, 55 años.
Loma Larga. Rivadavia. La Rioja,
1950.
Nativa
de la región. Oyó muchas veces este cuento a su padre que era muy buen
narrador.
Cuento 94. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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