Resulta que el zorro andaba muy
flaco y muy sarnoso, de modo que no podía casi cazar, y discurrió buscarlo de
patrón al tigre. Y le dijo al tigre si lo quería ocupar. El tigre le dijo que
bueno. El tigre lo ocupó como asistente. El tigre estaba a la sombra de un
árbol completamente lleno, bien comido, y no se ocupaba para nada del zorro ni
de la caza. El zorro, en cambio, tenía apuro porque el tigre cazara, para comer
él. Que el árbol ande 'taba el tigre era muy ladiado y p udo subir el zorro
hasta una altura para mirar si venían presas y pedirle al tigre que cazara.
Entonce vio que venía una gran majada de ovejas y lo despertó al tigre que
'taba durmiendo y le dijo que venía una gran majada de ovejas. El tigre le dijo
que no le gustaban porque eran muy lanudas, pero era porque 'taba lleno. Que al
rato vio el zorro una majada de cabras. Le dio aviso al tigre. El tigre le
contestó que no le gustaban porque eran muy barbudas. Mientras tanto el zorro
no podía más de hambre. Pero, por fin, se divisó una manada de yeguas. Le avisó
el zorro al tigre y el tigre le dijo que las echara.
El zorro comenzó a arriar las yeguas y el tigre se escondió achatado, en un
pajonal, para hacer presa. Y el zorro venía gritando:
Y se trataba de una potranca bien
gorda. Cuando llegó la potranca cerca, el tigre la saltó y le quebró el cogote.
Y la arrastró a la sombra del árbol y se puso a carniarla. Él comía y no le
convidaba nada al zorro. Por fin, después de lamentarse el zorro le pidió con
toda humildá que le diera las tripitas, pero el tigre le dijo:
El zorro le siguió pidiendo otras
achuritas, pero el tigre lo decía que eran para la tía tigra. Al ver esta
negativa le pidió la vejiga, y el tigre le dijo:
Pero, el zorro qué iba a hacer con
la vejiga, que no sirve para comerla. Y discurrió de subirse al árbol y
soplarla, inflarla para secarla.
El zorro se bajó despacito del
árbol y le echó unos granos de maíz a la vejiga, que ya 'taba seca y se la ató
a la cola del tigre. Se volvió a subir al árbol y principió a contar:
Y el tigre se despertó y le
preguntó qué contaba. Y el zorro le dijo que eran cuatro jinetes a caballo que
venían con perros. El tigre asustado le preguntó del lado que venían, y el
zorro le indicó un lado. El tigre disparó para el lado contrario. El ruido de
la vejiga con los granos de maíz le hacía creer al tigre que era el tropel de
los perros y de los caballos de los camperos que lo corrían. Y mientras más
disparaba más cerca le parecía que sentía el tropel. Y después de disparar
varias leguas se dio por vencido de cansancio, se paró y hizo espalda en un
matorral pa peliar a sus enemigos. Se dio cuenta entonces que el ruido era de
la vejiga que tenía atada a la cola y que el zorro le había hecho esa
travesura. Y se volvió a buscarlo al zorro.
El zorro se quedó comiendo la
potranca y después se disparó, porque sabía que el tigre lo iba a buscar.
El tigre lo buscaba al zorro por
todos lados pero no lo podía encontrar. Agarraba a otros zorros, porque son
todos iguales, pero al de la picardía no lo encontraba, porque debía tener la
panza hinchada de tanto comer. Por fin, un día lo cachó
en un pajonal. El zorro le pidió perdón pero el tigre no lo perdonó y le
dijo que lo iba a matar. Entonce el zorro le dijo que para que no lo hiciera sufrir
tanto lo matara en una piedra grande que se vía a la distancia. Y áhi cerca de
la piedra 'taba una cueva. Bueno, que en el viaje hasta llegar a la cueva el
tigre se tiró uno, y le preguntó al zorro que qué le parecía eso, y el zorro le
dijo que era como florcitas del campo. Y que ya junto a la cueva se tiró otro.
Y cuando le preguntó al zorro lo mismo que antes, el zorro le dijo que era un
pedo y se zampó en la cueva. Pero el tigre con toda ligereza metió la mano y lo
cachó al zorro del lomo. Y el zorro le dijo al tigre:
El tigre se creyó y lo largó. Y áhi
se quedó el zorro en la cueva. Y el zorro de vez en cuando salía y lo miraba. Y
el tigre le decía que iba a estar hasta que saliera. Y el zorro le decía al
tigre que él se iba a ir primero porque él era más duro para el hambre. Pero al
tiempo, después, pasó un Carmelo, o sea un carancho, y el tigre lo llamó para
que cuidara un preso en la cueva. Y quedó el carancho de centinela y se fue el
tigre. El zorro le empezó a decir al carancho que no era forma de estar de
centinela tan triste. Que jugaran a ver quién abría más grandes los ojos. Y así
lo hizo el carancho. Y entonce el zorro alzó un puñado de tierra y le tiró en
los ojos y lo dejó ciego, y él salió disparando, y se salvó.
El tigre lo salió a buscar al
zorro. Lo buscaba por todos lados y no lo podía encontrar. Entonce lo fue a
esperar en una laguna que tenía que bajar a tomar agua. Se escondió y lo
esperó. Y cuando llegó cerca, el zorro sospechó que áhi 'taba el tigre y dijo:
Como no lo podía agarrar al zorro,
el tigre se fingió muerto. Entonce lo invitaron al velorio al zorro.
El zorro llegó al velorio montado
en una gama. Se bajó en la casa del velorio con las riendas en la mano. Lo
invitó la tigra que pasara y que olvidara todo lo que había ocurrido con el
tigre. Pero el zorro le dijo que áhi ande estaba no más iba a rezar.
Lorenzo Arturo Ferreyra, 60 años.
Villa General Mitre. Totoral. Córdoba, 1952.
Nativo de la región, es persona de
cierta cultura. Muy buen narrador.
Cuento 159. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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