El tigre lo tenía al zorro como
asistente. Y el zorro andaba con hambre. Y por ahí cazó el tigre y no le quiso
dar de comer. Y el zorro le pidió la vejiga. Fue lo único que consiguió. Y la
infló y la llenó de moscas. Y despué que se secó, como hacen tantas bullas las
moscas adentro, 'taba dormido el tigre, y se la ató en la cola. Y lo recordó el
zorro, que venía la polecía. Y el tigre escuchó y disparó. Y después que
disparaba un poco se paraba y escuchaba, y siempre el ruido venía no más. Y
volvía a disparar. Y hasta que ya no pudo má y se entregó, que lo mataran no
má.
Y el zorro agarró, comió, y agarró
ande 'taba la tía. Comió y le llevó la carne a la tía. Le dijo que se la
mandaba el tío, y que durmiera con él esa noche. Claro, comieron y durmieron. Y
a la madrugada él se escapó.
Llegó el tío. Y le contó lo que le
había pasado, la tía. Y de áhi lo empezó a perseguir. Y lo corrió y se le ganó
a una cueva. Y lo alcanzó a cazar de la cola. Y le gritó de adentro:
Y lo largó el tigre. Y depué lo
dejó a un carancho que lo cuidara. Y el zorro salía y lo miraba al cuidador, y
le decía:
Hasta que lo hizo cantar. Y cuando
cantó, le llenó la boca 'e tierra, y los ojos, y se le escapó y se le jue.
Esteban Pérez, 70 años. Viale.
Nogoyá. Entre Ríos, 1970.
Peón de campo y tropero. Oyó este
cuento y muchos otros alrededor del fogón, en las noches en que acampaban,
cuando llevaban arreos de ganado.
Cuento 181. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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