En un camino se encontraron el
zorro y el quirquincho. Y de la conversación sale que lo encuentra al zorro, el
quirquincho, bastante delgado.
-Es muy fácil -le dice. Todos los
días sábados, por este camino, pasan las vendedoras de empanadas. Llevan las
empanadas en unas tipas, sobre la cabeza. Yo me adelanto a ellas, y me hago el
muerto en el camino, y la empanadera, la vendedora de empanadas, me levanta
para llevarme a casa, rescoldiarme, pelarme en el rescoldo, en la ceniza o
ushpa,
y yo áhi como todas las empanadas que deseo. Y cuando paso por cerca de un
árbol con las ramas sobre el camino, me cuelgo de allá y después me bajo. Ya he
comido unas cuantas empanadas.
El zorro, al escuchar esto, pensó
que también tenía comida asegurada, siguiendo la misma treta. Esperó hasta el
sábado siguiente, y se tiró sobre el camino, haciendosé el muerto. Las
mujeres, al verlo al zorro, lo único que hicieron fue tomar un palo que
encontraron a mano, y le dieron unos cuantos garrotazos al zorro. Y el zorro,
maltrecho, dolorido, se escapó a los gritos. Y le fracasó la treta que tenía el
quirquincho para comer.
Manuel José Victoria, 50 años.
Santiago del Estero, 1970.
El narrador es un distinguido
educador. Oyó este cuento hace muchos años en La Banda , de un viejo
campesino.
Cuento 7. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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