Ésta era una paloma que tenía dos
pichoncitos. El zorro le dijo:
-Dame un pichoncito, si no te mato.
Y la paloma, de miedo, le largó un
pichoncito.
Y lloraba todo el día la paloma.
Y viene el compadre chingolo y le
dice:
-Porque el zorro me comió un
hijito. Yo se lo tiré porque si no se lo daba m' iba a comer a mí y a mi otro
hijito. Y ahora va a venir y me va a comer el otro.
-¡No siás zonza! -le dice el
chingolo, los zorros no se suben a los árboles.
La paloma lo encontró al zorro y le
dijo:
-Mi ha dicho mi compadre chingolo
que usté mi ha hecho zonza, que usté no se sube a los árboles.
-¿Quién te ha dicho que yo no me
subo a los árboles?
Y el zorro se fue a buscarlo. Lo
encontró al chingolo, y en un descuido lo cazó. Lo llevaba en la boca, y lo vio
la paloma, y le dijo:
-Éste no era mi compadre chingolo
que me ha dicho que usté no se sube a los árboles.
Y el zorro, ¡nada! Y le vuelve a
decir la paloma:
-Me han dicho que usté sabe cantar
muy bonito. ¡Cante un cantito! ¡Cante un cantito!
Y el zorro se creyó y cantó:
-¡Guá!... ¡Guá!... ¡Guá!...
Y abrió la boca, y se voló el
chingolo. Y así lo salvó la paloma.
Alfredo Barrera, 11 años. Beazley. La Capital. San Luis,
1948.
El niño narrador, nativo del lugar,
cursa el último año de la escuela primaria. Aprendió el cuento de la madre.
Cuento 23. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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