Dice que el tigre siempre lo
perseguía al zorro. Y una vuelta lo sacó corriendo por entre el campo. Y ya el
zorro, ya iba mal, y por ahí encontró una cueva y se metió en la cueva. Y el
tigre no podía entrar, claro. Y entonce, éste, dice que quedó pensando el
tigre:
-No, mirá, me vas hacer una
gauchada. Cuidameló -dice- a mi sobrino, que se ganó aquí, al zorro. Para abrir
esta cueva voy a buscar una pala, porque quiero terminar esta vuelta con él.
El zorro había teníu un paquete 'e
pimienta en el bolsillo. Dice que sacó la pimienta y que le dice, salió al lado
ande 'taba el carancho. Y no lo dejaba, claro, el carancho, salir, ¿no?
Entonce le dice:
Y cuando abrió grandes los ojos, le
tiró un puñado de la pimienta. Y claro, entonce el carancho no podía hacer
nada. Y entonce el carancho tuvo que ladiarse pa limpiarse los ojos ¿no? Y áhi
aprovechó y salió el zorro, despacito.
Y bueno, áhi se limpió y mientras
eso, llegó el tigre. Cuando llegó el tigre empezaron a cavar, y cavar, y cavar.
Y llegó al final.
Pedro Mazzuco, 66 años. Villa
Federal. Concordia. Entre Ríos, 1970.
Cuento 179. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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