Mucho tiempo atrás, en un lugar de Chan‑chan, una
mujer fue con su pequeña hija a buscar mariscos en el mar. Cuando hubieron
recogido todo lo que necesitaban e iban caminando por las orillas del mar de
regreso hacia su casa, la niña no paraba de correr hacia todos lados, pasando
por delante de su madre o alejándose por detrás. Su madre le repetía:
‑Hija, no te alejes mucho de mí... Ten cuidado, por
favor...
De pronto la mujer vio venir hacia la orilla, desde
mar adentro, una nube inmensa, gigantesca. Antes de que pudiera reaccionar, se
vio envuelta en medio de esa nube increíble que todo lo tapaba y no permitía
ver nada alrededor.
Cuando la nube desapareció, la mujer miró
desesperadamente hacia todos lados buscando a su hija, pero la pequeña no
estaba a la vista por ninguna parte. Había desaparecido. La mujer la llamó con
gran angustia, pero no obtuvo resultado alguno.
Desolada, fue a buscar a la machi de su
comunidad para contarle lo sucedido y pedirle que averiguara qué había pasado.
Luego de realizar todos los trabajos mágicos
correspondientes, la machi logró saber qué había pasado con la niña. Llamó a la madre
y le habló con estas palabras:
‑Tu hija está viva, y está muy bien. Pero es inútil
que la sigas buscando, porque nunca volverá. Fue encantada por un duende del
mar y está en un lugar al que nadie puede acceder.
A la mañana siguiente, el mar creció como casi nunca
sucedía, y al retirarse dejó enorme abundancia de peces, mariscos, algas y toda
clase de moluscos para que los lugareños recogieran y aprovecharan.
La machi
explicó a todos que ésa era una ofrenda que daba como pago a la familia de la
niña el duende del mar que la había tomado como esposa.
066. anonimo (patagon)
Fuente:
Néstor Barrón
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