Hubo un tiempo en que los territorios de la gente de
la tierra eran mucho más extensos que ahora, eso es tristemente sabido. Pero
además eran un solo territorio, sin divisiones de aguas. Porque la Isla Grande de Chiloé[1]
y la infinidad de islas menores que la rodean no eran tales, sino que eran una
parte más del continente, inseparable, tierra de la tierra.
¿Cómo es que sucedió una separacion semejante de las
tierras? La explicación está en el tiempo primordial, en los días más lejanos
de la historia mapuche. En aquellas épocas, sucedió algo que desgarró a Chiloé
separándola para siempre del continente. Y fue lo que sigue:
Todo estaba dado y transcurría en armonía. Hasta que
un día, sin que nadie jamás supiera por qué razón, Coicoivilu[2]
pareció volverse loca de furia y de frenesí destructor y se lanzó a destruir
todo lo que hallara a su paso por la tierra.
Su poder era, en verdad, enorme. Porque todas las
aguas la obedecían, y por lo tanto Coicoivilu contaba con una de las fuerzas
más estremecedoras del universo. Y las usó para satisfacer sus irrefrenables
aunque misteriosos deseos de destrucción.
Bajo su mandato enfurecido y terrible, las aguas
comenzaron a elevarse de sus cauces naturales, como gigantescas mantas líquidas tejidas por el espanto. Los valles
fueron inundados, arrasados, rápidamente quedaron hundidos bajo cantidades
inconmensurables de agua. Y enseguida las lenguas gigantes del mar se elevaron
hasta el cielo para abatirse por encima de los cerros y las montañas,
tapándolos también. Los habitantes de aquellos lugares por los que las aguas
pasaron murieron en el horror, en la aterrada perplejidad, en la imposibilidad
de entender por qué eran arrojados a una tumba negra en las profundidades más
recónditas del mar.
Todo iba a perderse de esa
vez para toda la eternidad, porque la furia de Coicoívilu no hallaba freno ni
rechazo de parte de ninguna otra fuerza de la Naturaleza. Hasta
que surgió de repente, desde lo más profundo de la matriz de la tierra misma,
un poder mucho más tremendo que el de Coicoívilu: era Tentén‑Vilu[3], que
sintiéndose violada y traicionada, violentada y ofendida, acumuló todo el
caudal inconmensurable de su furia y finalmente lo dejó estallar para lanzarse
en busca de Coicoivilu.
La batalla entre las
enemigas fue de una ferocidad atroz. Y de larga, muy larga duración, porque si
bien Tentén‑vilu podía tener más poder que Coicoivilu, la diosa de la Tierra no sólo tenía que
dar batalla contra su enemiga sino, al mismo tiempo, ir reparando los desastres
que ésta había llevado a cabo. Así, mientras peleaba, Tentén‑vilu elevaba las
tierras inundadas para que resurgieran por encima de las aguas traicioneras, y rescataba a los
sobrevivientes llevandolos hacia las zonas más altas, o transformándolos en
pájaros, directamente dotándolos del poder de volar.
Por estas razones, por tanta tarea que tenía Tentén‑vilu
además de pelear contra la diosa de las aguas, la batalla duró mucho:
generaciones enteras crecieron y murieron mientras las diosas seguían su
batalla.
Pero, finalmente, Tentén‑vilu ganó.
Todas las aguas terminaron por retirarse de la tierra, aunque el daño causado había sido
muy grande y en algunos lugares las aguas no retornaron del todo a sus límites
originales. Una de las consecuencias de aquella furia de Coicoivilu fue que los
valles, cerros y cordilleras que formaban aquella zona de la tierra de la
gente, quedaron separados del continente y se trans-formaron en esa belleza sin
par que hoy llamamos Archipiélago de Chiloé.
Fuente: Néstor Barrón
066. anonimo (patagon)
[1]Isla
Grande es la mayor de las islas del Archipiélago de Chiloé, en Chile. De norte
a sur tiene unos 180 km
de longitud, y su ancho promedia los 50 km . La Cordillera del Piuchén atraviesa su parte norte,
y la de Pirulil
la parte sur.
[2]Diosa de
las Aguas de la mitología chilota; su nombre podría traducirse como
"culebra del agua".
[3]Diosa de
las tierra de la mitología chilota; su nombre podría traducirse como
"culebra de la tierra".
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