Saliendo de Valldemossa
hacia es girant de Deià, por la carretera
flanqueada de añosos plátanos, casi sin dejar el pueblo, a la izquierda, está Son Batista. Las casas de los amos, algo
más arriba de la que habitan los aparceros, se llaman -¿por qué?-, ses cases d'es moro y cerca de ellas,
una fuente de agua fresquísima guarda bajo las piedras de su bóveda leyendas,
historias y milagros. Aquí encontraron los valldemosines las hostias del copón
que los sarracenos robaran en su trágica correría del primero de Octubre de
1552 y que fueron retornadas a la parroquia en solemne procesión. Aquí,
cuentan, tuvo Sor Tomasseta -la santa
local- visiones divinas y diabólicas y también aquí llegaba cada día Ahmed, a
llenar su cántaro, con el agua que le enviaban a buscar sus señores,
Ahmed era un joven
esclavo, bullanguero y retozón, cuya diaria visita alegraba al amo de Son Batista que le esperaba, como un
compás de sosiego en medio de sus trabajosas faenas en la tierra.
Un día, empero, Ahmed
llegó con la tristeza pintada en su moreno rostro. Unas lágrimas gordas, de
niño, rodaban por sus mejillas y su pena parecía no tener consuelo. El payés
quiso saber el origen de aquella inusitada tristeza y Ahmed le contó que al
venir hacia el predio, corriendo y saltando, tropezó y rodó por el suelo
rompiéndose su cántaro en mil pedazos. «¿Qué voy a hacer ahora? -sollozaba-,
mi amo me castigará y me dará una paliza cuando vuelva, sin cántaro y sin
agua».
-¡Ah, mi buen Ahmed!,
¿qué no haría yo por devolverte tu alegría de siempre? Si todo en este mundo
tuviera tan fácil solución... Toma estas monedas, llégate al pueblo y compra
otra jarra. Luego la llenas, cómo siempre, y regresas a tu casa. Y ríe
muchacho, ríe de nuevo que tiempo tendrás en esta vida para el llanto.
Una noche, Ahmed fue
rescatado por una cuadrilla de moros, desem-barcados en la costa, que se
llevaron hacia las galeras un nutrido grupo de esclavos, amén del botín
producto del saqueo y la rapiña. Uno de los prisioneros era el amo de Son Batista que, al llegar a Argel, fue
sacado a la venta en unión de sus compañeros de infortunio. Ahmed, que estaba
en la subasta acompañando a su padre, rogó a éste que comprara a aquél
mallorquín para su servicio y el moro accedió a la petición de su hijo,
celebrando así su retorno. Cuando el joven Ahmed se vio dueño de su antiguo
amigo, le devolvió inmediatamente la libertad y le hizo embarcar de nuevo
hacia Mallorca ante los atónitos, ojos del padre que no conocía, aún, la
historia de la jarra y de la fuente de Son
Batista.
Esta leyenda recogida
como las dos anteriores de la tradición oral de una entrañable y querida
valldemosina, la hallamos también situada en Palma, en una versión muy
similar. El payés de Valldemossa es sustituido aquí por un sacerdote bonachón
conocido como es capellá o es capellá moro de Sa Llonja. También a
Ahmed se le rompe la jarra y el bondadoso eclesiástico le compra una nueva al
desconsolado moro. La trama siguiente y el desenlace son, a fin de cuentas,
los mismos.
Fuentes:
A Componer: Cronicón Mayoricense.
Juan Muntaner Bujosa: Tradiciones y leyendas de Valldemossa.
(Separata de Revista núms. XLIII - XLVIII. Palma 1948).
María Mas Boscana, de
Ca'n Boscana, Valldemossa.
092. Anónimo (balear-mallorca-valldemossa)
No hay comentarios:
Publicar un comentario