En un país lejano se celebraban
alegres fiestas. Y resonaban los tambores y las trompetas y las músicas de sus
circos y teatros.
De pronto, sobre el bullicio se
escuchó el inconfundible sonido de una campana y algunos dijeron:
-¿Cómo puede oírse una campana si
en la ciudad no tenemos ninguna?
Y se enviaron emisarios a recorrer
la comarca y ofrecieron una crecida suma a quien la encontrara y aunque muchos
salieron a buscarla, nadie la halló.
Entonces pensaron que acaso los príncipes
Myra y Kiro, que amaban a los animales del bosque y hablaban su lenguaje,
podrían encontrar la campana; les dijeron:
-Vosotros que podéis hablar con la
ardilla, el castor, el oso y la mariposa, podríais preguntarles.
Y Myra, la princesa rubia, fue
preguntando a todos sus amigos del bosque pero ninguno le daba razón de la
campana y, cansada, regresó a su casa.
Sin embargo, su hermano Kiro,
perseveró en la búsqueda. Y caminó desde el alba hasta la puesta de sol.
Y al fin encontró a un niño de su
edad que era muy rubio y tenía un singular encanto.
-¿Tú también buscas la campana?
-preguntó Kiro.
-No -respondió el niño rubio-, pero
tú sí, y te voy a ayudar a encontrarla porque eres bueno y constante.
999. Anonimo,
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