Trabajaban en el campo.
Tras un largo día de trabajo, de vuelta hacia el hogar, el padre se sintió muy
cansado y dijo:
-Hijo mío, vamos a
reposar un poco, y luego seguimos caminando.
Así lo hicieron. Tan
fatigado estaba el padre, que enseguida se durmió. Era un hombre calvo y de
repente un tábano se paró en la cabeza del campesino dispuesto a darse el gran
banquete con su sangre. El hijo lo vio y, no dispuesto a consentirlo, cogió una
pesada rama y la estrelló contra el tábano. El resultado fue obvio e inevitable:
abrió la cabeza del que estaba dormido y a punto estuvo de causarle la muerte.
Cuando, pasadas unas semanas, el hombre se recuperó, le preguntó a su hijo:
-Hijo, ¿no podrías haber
ahuyentado al tábano de otra manera?
El hijo repuso:
-No, padre, en absoluto;
se me podría haber escapado.
El Maestro dice: No hay mejor asociación que aquella que es
con sabios. Las buenas intenciones son esenciales, pero acompañadas de algún
discernimiento.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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