Una fastuosa
fiesta se celebraba en la corte real. El monarca esperaba con ansiedad el
momento de la danza, pues era muy amante de la misma.
Quedaban unos
minutos para que tuviera lugar la representación, cuando la bailarina enfermó
de gravedad. No se podía desairar al rey, así que se buscó afanosamente otra
bailarina para sustituir a la enferma, pero sucedió que no pudo ser hallada
ninguna. El carácter del rey era terrible cuando se enfadaba. ¿Qué se podía
hacer?
Uno de los
ministros resolvió elegir a uno de los sirvientes y se le ordenó que se
disfrazara de bailarina y bailase ante el rey. El sirviente se disfrazó de
bailarina, se maquilló minuciosamente y danzó con entusiasmo ante el monarca. El
rey, satisfecho, dijo:
-Aunque en
algunas actitudes es un poco varonil, se trata de una gran bailarina. Me siento
complacido.
La pregunta es: Mientras el sirviente
interpretaba a la bailarina, ¿dejó de saber que era un hombre?
Nadie podría
contestar, excepto él.
*El Maestro
dice: El ser humano común se comporta
como si el sirviente se hubiera identificado tanto con su papel que hubiera
dejado de saber que era un hombre. Cuando se identifica con la personalidad y
todo lo adquirido, se olvida de su Ser real.
004. anonimo (india)
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