Por fin llegó el sábado
por la noche. Naraín estaba satisfecho porque había conseguido ahorrar un
dinerillo con el que tomar unas copas. Después de que su mujer le hubiera dado
de cenar, decidió ir a la taberna del pueblo a tomar un poco de licor de palmera.
«No bebas demasiado», le aconsejó la mujer. Naraín, herido en su orgullo,
repuso: «No seas tonta, mujer. Nunca dejo que el alcohol se me suba a la
cabeza.»
Con los amigos, Naraín
bebió en la taberna, hasta hartarse. Luego, dando tumbos, se dirigió hacia su
casa. Frente a la puerta se detuvo y se pasó así un buen rato. De repente,
comenzó a proferir insultos en voz alta y a lamentarse. La mujer se despertó y
gritó:
-¿Quién anda ahí?
-Naraín -repuso el
hombre, apenas pudiendo mantenerse de pie.
-¿Y qué haces ahí, bobo?
-preguntó la mujer.
-No puedo entrar -se
quejó el borrachín.
-¿Cómo que no puedes
entrar? ¿Acaso no tienes la llave de la puerta?
-Claro que tengo la llave
-aseveró Naraín-. Ahí no está el proble-ma. El problema está en que esta puerta
no tiene cerradura. ¿De qué me sirve entonces la llave?
El Maestro dice: Tenemos la llave para abrir la puerta hacia
la paz interior y la sabiduría, pero, debido a nuestra mente ofuscada y nuestra
falta de visión correcta, creemos que no hay cerradura.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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