Un niñito le pidió a su
criada que le contara un cuento. La criada, una mujer muy afectuosa, no se hizo
esperar y comenzó con la narración del cuento que el niño al que cuidaba le
había solicitado. Se trataba de una ciudad que nunca había existido y donde
vivían tres bellísimas princesas; de las cuales dos no habían nacido y la
tercera no había sido concebida. Cuando los parientes de la tres encanta-doras
princesas murieron, decidieron partir para tierras lejanas. Era un viaje largo
y penoso. Al cruzar por las ardientes arenas del desierto, el calor era tan
sofocante que estaban a punto de desma-yarse, todo ello unido a la quemazón que
las arenas producían en sus finos y delicados pies. Extenuadas, se refugiaron a
la sombra de tres árboles, de los cuales dos no existían y uno nunca había sido
plantado. Se alimentaron de los frutos de los árboles y reposaron a su sombra
reconfortante y generosa. Después prosiguieron el viaje. Llegaron así a la
orilla de tres ríos, dos de los cuales estaban secos y el tercero no disponía
ni de una gota de agua. Las tres dulces princesas bebieron de sus aguas y en
sus aguas bañaron sus atractivos y amarfilados cuerpos. Recomenzaron la
fatigosa marcha, para poder llegar así a una espléndida ciudad que todavía no
había sido edificada. Caminaron por sus calles y alcanzaron de este modo tres
palacios, dos de los cuales todavía ni siquiera habían sido proyectados y un
tercero que carecía de paredes. Contentas, las tres princesas accedieron a los
palacios y en una de las espléndidas estancias hallaron tres platos dorados,
dos de los cuales estaban rotos y el tercero estaba hecho añicos. Fue el tercer
plato el elegido para servirse la comida que iban a prepararse: noventa y nueve
menos cien gramos de arroz que iban a cocinarse.
Preparada la comida,
invitaron a tres ascetas, dos de los cuales no tenían cuerpo y el tercero no
tenía boca. Cuando habían degustado la comida los tres ascetas, las princesas
comieron el resto de los alimentos. Ascetas y princesas estaban muy
satisfechos con el sucu-lento banquete que se habían dado.
Una vez la amorosa criada
había narrado la historia, le dijo al niño:
-Amiguito, cuando
crezcas, recuerda siempre esta historia y te convertirás en una persona sabia.
El Maestro dice: La vida es como este cuento: no es lógica,
no es previsible, no es controlable; es como un sueño en la mente del Alma
Cósmica. Pero puedes mantener una actitud clara y ecuánime.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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