Era un discípulo muy
holgazán. Lamentablemente pocos holgazanes hallan la liberación espiritual.
Dejaba todo el trabajo en manos de su maestro, aunque éste muchas veces le
había dicho que el discípulo tiene que desarrollar el esfuerzo correcto. Pero
el discípulo prefería escuchar las enseñanzas del maestro y no hacer ninguna
práctica. Se engañaba pensando que con recibir las enseñanzas sería más que
suficiente. El tiempo iba transcurriendo y él no obtenía ningún logro. Cada
vez estaba más lejos la paz interior. Un día se lamentó ante el maestro:
-Eres muy buen maestro,
tal vez -declaró con ironía-, pero no adelanto gran cosa con tus enseñanzas.
-Eso tiene remedio -dijo
el maestro pacientemente-. Toma este grano de arroz y plántalo en tierra
fértil y espera que dé brote. Entonces yo haré todo el trabajo por ti y te
realizarás.
Pasó el tiempo... mucho
tiempo. A una estación siguió la otra, y así sucesiva-mente. Pero el grano de
arroz no echaba brote. Desesperado, el discípulo fue ante el maestro y le dijo:
-Elegí una tierra muy
fértil y ha llovido adecuadamente. Es inexplicable: el grano no echa brote. El
maestro se rió y preguntó:
-¿Sabes por qué?
-No -contestó el
discípulo.
-Pues voy a decírtelo:
porque se trataba de un grano cocido.
El Maestro dice: Así como un grano cocido no echa brote, sin
esfuerzo no se despliega la semilla espiritual ni hay liberación posible.
Fuente: Ramiro Calle
004. anonimo (india)
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